Santuario Nuestra Señora de los Milagros

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ES DOMINGO LAETARE

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Domingo IV tiempo Cuaresma 10 Marzo -ciclo B Laetare

Evangelio según Juan 3, 14-21 En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor

Reflexión Nicodemo era un hombre que creía en los signos y en el poder de Jesús. Un intelectual que reconocía a Jesús como Mesías, pero no debía de entender bien. Aunque abierto a la luz, estaba en la noche, porque no estaba seguro de su verdad, quería ver, quería dialogar con Jesús y, por eso, Jesús le presenta otro signo: el de la cruz. Jesús le invita a dejar su sabiduría y su pensamiento judío sobre la ley, el templo y nacer de nuevo. Para Nicodemo imposible nacer físicamente otra vez, pero Jesús le hablaba de nacer en el Espíritu, como si le ofreciera otra cocedura a su vida.

“Subir al cielo y quedarse” es el verdadero triunfo visible de Jesús. El cielo no es ni un lugar, ni un espacio, sino la vida de Jesús capaz de acercar el proyecto amoroso de Dios al hombre, por eso es prototipo de hombre. El mesianismo de Jesús es su capacidad de ser hombre, de entregarse a sí mismo y revelar la gloria de Dios, conferir la vida y el amor, rubricándolo en la cruz como expresión máxima de la efusión del amor, de la manifestación del Espíritu. “El levantado” visibiliza la vida, de él brota de él y no de la ley. Es el Hijo único de Dios, del Padre que como Abraham es capaz de desprenderse de él. Su mesianismo no discrimina a nadie, es luz y vida para toda la humanidad, sin privilegios.

La mirada es importante para colocarse como hombre. El amor y la luz cubren e iluminan a todos y su permanencia es duradera en el mundo, pero el hombre ve o no ve el resplandor de su vida y su mirada puede irse hacia la tiniebla que sofoca la vida. “El levantado” no crea indiferencia, sino aceptación o rechazo, por eso el hombre se juzga a sí mismo ante el ofrecimiento de Jesús. La relación con él no es de siervos, sino de hijos donde hay vida, donde al hombre se le abren todas las posibilidades de tener vida al recibir el amor de Dios, no basta con reformas institucionales, como ofrecían y querían las instituciones judías. El pecado del hombre es este rechazo y el no querer rectificar su mentira y violencia.

El levantamiento de Jesús provoca una forma de ser, de vivir en la luz, de distinguir actitudes y de salir de la tiniebla. Estar por el hombre y la vida es estar con Jesús, pues solo los hombres generosos, dispuestos a amar hasta la muerte, dispuestos a darse totalmente son capaces de construir la nueva humanidad. Experimentar esa libertad y romper con el pasado es nacer de nuevo.

Benedicto XVI en la carta que escribió en cuaresma de 2012 habla cómo la cuaresma es momento para reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad; de fijarnos en el Otro y en los otros.

Significa entender lo que salva, lo que hace feliz, lo que construye la vida cristiana:
ver, contemplar la entrega, el camino creado y transitado por Jesús como ofrecimiento de vida y salvación. Por este camino se construye y salva el mundo.

Despegarnos de lo que nos hace andar cabizbajos, preocupados, con la vista plana.

Dejar el mundo de la injusticia, del egoísmo y el yo; de la miseria, la mentira y el engaño.

Benedicto XVI afirma que hay tres actitudes que no nos dejan ser guardianes del hermano y tener sensibilidad ante su dolor y sufrimiento:

Los bienes materiales, la saciedad y anteponer nuestros intereses ante los de los demás.

poner clavado con Jesús nuestras mordeduras y picaduras de la vida, porque él las ha tomado sobre sí. contemplar los crucificados de nuestro mundo hoy.

Asumir aquí y ahora el fracaso de la cruz a los ojos del mundo, pero que para nosotros es camino recto y seguro de la vida. Es el camino del Espíritu de Jesús.

La Eucaristía como memorial de la vida exaltada de Jesús.

Dios te bendice