Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

La vida de familia cuando hay buena armonía es como un anticipo del cielo.

Por el contrario: los gritos, disputas y malos entendidos entre las personas que más queremos, son una fuente amarga de sufrimiento. El breve texto del evangelio de hoy es una muestra de cómo también Jesús nuestro Señor pasó por el desencuentro familiar. Sus familiares llegan hasta el punto de considerarlo un desequilibrado; como si Jesús estuviera loco.

San Marcos ha recogido en su evangelio una tradición que no era muy favorable a los parientes de Jesús. Estos señores quieren llevárselo de vuelta a Nazaret, “pues decían que estaba loco”. ¡Qué atrevidos estos parientes! ¡Qué sufrimiento para su Madre la Virgen María y qué incómoda se tenía que sentir en medio de ellos! Parece que los parientes llevan a la madre para presionar más al hijo y obligarle a recluirse de nuevo en Nazaret, tal y como había vivido antes de ser bautizado por Juan en el río Jordán.

La iniciativa de formar un nuevo pueblo de Dios no cae bien a todos. La multitud que sigue a Jesús le apoya, pero un grupo más pequeño y cercano, que incluye sus familiares, lo rechaza. Seguramente a algunos familiares de Jesús les molestaba verlo predicar con tanta libertad, enfrentándose a los poderosos y sanando a los enfermos. Habían visto a Jesús durante treinta años y era uno más de ellos, un sencillo trabajador, un hombre común. No aceptaban el cambio. Por eso intentan llevárselo y devolverlo a la “normalidad” de Nazaret.

Pero Jesús fiel a la llamada del Padre ha emprendido un camino que no tiene vuelta atrás. El cambio, la conversión… el ser fiel a la voluntad de Dios es imprescindible para nuestra vida. Aquí ya se estaba gestando y haciendo realidad aquellas palabras de la Presentación: «… y a tí, una espada, te traspasará el alma»…  

FELIZ DÍA A TODOS…