En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy es Domingo 10 de Enero Bautismo del Señor Con esta fiesta concluimos el tiempo de Navidad. El bautismo del Señor, o «teofanía del Jordán», es un misterio importante de nuestra fe, pues funda el sacramento del bautismo cristiano. Esta fiesta es una bella oportunidad para reflexionar sobre el significado de nuestro propio bautismo y renovar los compromisos que en él hemos adquirido, así como dar gracias a Dios por el gran regalo de hacernos hijos suyos.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 7-11 En aquel tiempo, proclamaba Juan:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos:
«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
Palabra del Señor
Reflexión: Dice el Evangelio que Juan se había presentado en el desierto y «predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Mc 1,4). La gente iba a escucharlo, confesaban sus pecados y se hacían bautizar por él en el río Jordán. Y entre aquellas gentes se presentó también Jesús para ser bautizado.
En las fiestas de Navidad hemos visto como Jesús se manifestaba a los pastores y a los magos que, llegando desde Oriente, lo adoraron y le ofrecieron sus dones. De hecho, la venida de Jesús al mundo es para manifestar el amor de Dios que nos salva.
Y allí, en el Jordán, se produjo una nueva manifestación de la divinidad de Jesús: el cielo se abrió y el Espíritu Santo, en forma de paloma descendía hacia Él y se oyó la voz del Padre: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Es el Padre del cielo en este caso y el Espíritu Santo quienes lo manifiestan. Es Dios mismo que nos revela quién es Jesús, su Hijo amado.
Pero no era una revelación sólo para Juan y los judíos. Era también para nosotros. El mismo Jesús, el Hijo amado del Padre, manifestado a los judíos en el Jordán, se manifiesta continuamente a nosotros cada día. En la Iglesia, en la oración, en los hermanos, en el Bautismo que hemos recibido y que nos ha hecho hijos del mismo Padre.
Preguntémonos, pues: —¿Reconozco su presencia, su amor en mi vida? —¿Vivo una verdadera relación de amor filial con Dios? Dice el Papa Francisco: «Lo que Dios quiere del hombre es una relación “papá-hijo”, acariciarlo, y le dice: ‘Yo estoy contigo’».
También a nosotros el Padre del cielo, en medio de nuestras luchas y dificultades, nos dice: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
_* Dios te bendice…* “En verdad es justo y necesario, nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán
has realizado signos prodigiosos, para manifestar el misterio del nuevo bautismo:
hiciste descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese
que tu Palabra habitaba entre nosotros; y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús, para que los hombres reconociesen en él al Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres.
Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos
diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo Dios del universo. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo”.