Santuario Nuestra Señora de los Milagros

PENTECOSTÉS…

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-23: Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Reflexión: Tres puntos principales en este Domingo de Pentecostés: Primero hoy es Pentecostes así que hay que hacer una catequesis sobre la personalidad del Espíritu Santo. Lo primero que hoy tenemos que recordar es que el Espíritu Santo es una persona, la tercera persona de la Santísima Trinidad que con el Padre y el Hijo comparten la única naturaleza divina; pero que es una persona diferente, es alguien, no como a veces se dice una fuerza poderosa impersonal. Por eso, la primera pregunta que debemos hacernos es: ¿tengo yo una relación con el Espíritu Santo? Posiblemente, la respuesta es “no” o “no se” Con el Padre algo rezamos… por ejemplo el Padre Nuestro… Con el Hijo, algo también… por desgracia se oye decir: “rezo a Dios y punto. De un modo indiferenciado”, pero, con el Espíritu Santo, tendremos que darle la razón al santo Papa Juan Pablo II cuando afirmaba en la Encíclica sobre el Espíritu Santo que es el gran desconocido. Esta es la tarea de este día… decirle al Espíritu Santo: creo en ti, te quiero, te agradezco, te necesito, te adoro Divino Espíritu… En esta ausencia de relación con el Espíritu Santo se encuentra una de las causas de la profundísima crisis de espiritualidad que estamos sufriendo. Es la gran crisis que sufre la Iglesia…necesitamos recuperar la relación con el Espíritu Santo porque “Él es el que nos lo enseña todo”.

Segundo: En esa relación de amistad, que va a recuperarnos como creyentes, pidámosle sus dones y frutos, pero sobre todo, hay que pedirle su fuego nuevo que nos capacite para vivir como auténticos testigos en el mundo de hoy. Es verdad que ya lo intentamos pero… no es suficiente. No, hermanos, no es suficiente con “ser buenos”… es preciso dar un paso substancial: “ser católico, hombres y mujeres creyentes”, ejemplares haciendo una opción consciente y valiente por seguir a Jesucristo. Ya no es suficiente la “costumbre tradicional” ni la “inercia”… en nuestra sociedad actual, tremendamente secularizada, se necesitan creyentes de sólidas convicciones. Por tanto, la mediocridad, el “siempre se ha hecho así”, el mero “cumpli-miento”, la tibieza… apagan el fuego del Espíritu. No testimonian a nada ni a nadie. El Espíritu Santo nos capacita para vivir con entusiasmo y mucha pasión la fuerza del Evangelio en el día a día. Impulsa en nosotros esa pasión del Señor y que han tenido tantos santos… la pasión del enamorado que no se para, no se viene abajo, ante los problemas que van surgiendo en el camino sino que vive la actitud del verdadero apóstol que, a pesar de estar cansado y, a veces, agotado es feliz de dar la vida por Cristo, de consolar al que sufre; alimentar al que tiene hambre; ayudar al que lo está pasando mal… la costumbre, la tibieza matan… el Espíritu da vida. Alguien le hace decir a san Francisco Javier “soy más amigo del viento que de la brisa, hay que hacer el bien deprisa porque el mal no pierde momento”. Necesitamos el “fuego del Espíritu” para no dejarnos arrastrar por el mal que no pierde momento: guerras, hambres, divorcios, abortos, eutanasias, deserciones, falta de vocaciones, blasfemias, apostasias… el mal no pierde momento… Pidámosle al Espíritu que nos enseñe y nos llene de amor para ser Sus testigos.

Tercero: Pedir un poquito de sabiduría. Don que da gracia al hombre, lo inspira a saber cómo debe ser su comportamiento en cada situación, cada vez que tiene que resolver un hecho o un problema. Inspira al hombre como actuar y hablar inteligentemente en situaciones concretas de su vida o de su comunidad, llevándolo a decidir correctamente y de acuerdo con la voluntad de Dios en el día a día. Además, la sabiduría del Espíritu nos ayudará a vivir en la “unidad” siendo testigos. Hoy que es el día del apostolado seglar, pidámosle al Espíritu el don de Sabiduría, de vivir unidos, de discernir juntos, de buscar construir la gran familia del Espíritu Santo. Basta de excusas: “no tengo tiempo… no estoy formado… ya voy a Misa, o ni siquiera eso…”… El individualismo nos mata porque nos aísla, porque nos priva de la fuente de la espiritualidad y nos mata porque nos impide estar abiertos a la Sabiduría del Espíritu que el propio Señor nos mandó esperar.

Oramos hoy con la secuencia de la Misa:

“Ven Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido. Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo. Tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego. Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del alma si tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo. Lava las manchas.
Infunde calor de vida en el hielo. Doma el espíritu indómito. Guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito. Salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno”.