Oración: Acordaos, oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra presencia Soberana. Oh, Madre de Dios, no desechéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente, Amén.
Texto del Evangelio (Jn 10, 31 – 42):En aquel tiempo, los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he dicho: dioses sois’? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura— a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». Y muchos allí creyeron en Él.
Reflexión: Hoy V viernes del tiempo de Cuaresma, cuando sólo falta una semana para conmemorar la muerte del Señor, el Evangelio nos presenta los motivos de su condena. Jesús trata de mostrar la verdad, pero los judíos lo tienen por blasfemo y reo de lapidación. Jesús habla de las obras que realiza, obras de Dios que lo acreditan, de cómo puede darse a sí mismo el título de “Hijo de Dios”… Sin embargo, habla desde unas categorías difíciles de entender y más difíciles de practicar para sus adversarios: “estar en la verdad”, “escuchar su voz”…; les habla desde el seguimiento y el compromiso con su persona que hacen que Jesús sea conocido y amado —«Maestro, ¿dónde vives?», le preguntaron los discípulos al inicio de su ministerio (Jn 1,38)—. Pero todo parece inútil: es tan grande lo que Jesús intenta decir que no pueden entenderlo, solamente lo podrán comprender los pequeños y sencillos, los humildes porque el Reino de Dios está escondido a los sabios y entendidos. Nuestra soberbia nos hace arrogantes e intransigentes siempre pero sobretodo si no se hace lo que nosotros pensamos o deseamos.
Jesús lucha por presentar argumentos que puedan aceptar, pero el intento es en vano. En el fondo, morirá por decir la verdad sobre sí mismo, por ser fiel a sí mismo, a su identidad y a su misión. Entonces y ahora es inadmisible para muchos aceptar que Jesus sea Dios. Pero esta es la verdad, su humanidad encierra su divinidad. Viene del Padre, el Padre le ha dado esa identidad desde toda la eternidad. Entre tantas religiones e ideologías compitiendo por el monopolio de la verdad, los cristianos no podemos renunciar a El, a la verdad sobre El. Por ser Dios puede salvarnos eficazmente. Por ser humano puede comprendernos y compadecerse de nosotros. Por ello, entonces y ahora será rechazado; por mostrar un nuevo rostro de Dios en sus mejillas será escupido. Por ofrecer una nueva fraternidad será abandonado. El demonio siempre tienta por el lado contrario, el que da “gusto” al hombre. Y trata por todos los medios de preparar una nueva Cruz para el Señor. Sin embargo entonces y ahora ese patibulo se va a convertir en el lugar del más grande amor. Y la cruz va a seguir elevándose como estandarte de esperanza. Decia san León Magno: «¡Oh admirable virtud de la santa cruz! ¡Oh inefable gloria del Padre! En ella podemos considerar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del crucificado. ¡Oh, sí, Señor: atrajiste a ti todas las cosas cuando, teniendo extendidas todo el día tus manos hacia el pueblo incrédulo y rebelde (cf. Is 65,2), el universo entero comprendió que debía rendir homenaje a tu majestad!» Volvamos al texto evangelico: Jesús hubo de huir al otro lado del Jordán y quienes de veras creían en Él se trasladan allí dispuestos a seguirle y a escucharle.
Y tú… ¿ le vas a seguir al otro lado, sea ese lado lo que sea, o te quedarás en “tú” lado soberbio, intransigente, buscándote a ti mismo sin darle la oportunidad a Dios de ser el centro de tu vida porque actúa como tú no pensabas? Semana de Pasión en medio de este terrible tiempo de virus que nos mantiene encerrados y nos domina en vida, planes, perspectivas… y ¿no vas a cruzar al otro lado? La decisión es tuya. Pídele a la Virgen María que te ayude a cruzar al lado de Jesús.
Virgen de Los Milagros, Madre De Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, consuelo del afligido y refugio del pecador, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, Vida, dulzura y esperanza nuestra, ruega por nosotros.