Santuario Nuestra Señora de los Milagros

NOVENA EXTRAORDINARIA VIRGEN DE LOS MILAGROS

Oración: Acordaos, oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra  presencia Soberana. Oh, Madre de Dios, no desechéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente, Amén.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38:

En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
«El mismo».
Otros decían:
«No es él, pero se le parece».
El respondía:
«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
«Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de Los fariseos comentaban:
«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
«¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».
Él dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante él.

Reflexión:

Hoy, cuarto domingo de Cuaresma —llamado domingo “alegraos”— toda la liturgia nos invita a experimentar una alegría profunda, un gran gozo por la proximidad de la Pascua. Y, en medio de esta situación tan especial de pandemia y de encerramiento en nuestras casas, podemos decir “alegraos” porque caminamos, buscando la Luz de Cristo el Señor. Es preciso situarse bien para vivir mejor este tiempo extraordinaria en tantos sentidos. Fiajos bien, Jesús fue causa de una gran alegría para aquel ciego de nacimiento a quien otorgó la vista corporal y la luz espiritual. El ciego creyó y recibió la luz de Cristo. En cambio, aquellos fariseos, que se creían en la sabiduría y en la luz, permanecieron ciegos por su dureza de corazón y por su pecado. De hecho, «No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista» (Jn 9,18). ¡Qué necesaria nos es la luz de Cristo para ver la realidad en su verdadera dimensión! Sin la luz de la fe seríamos prácticamente ciegos. Nosotros hemos recibido la luz de Jesucristo y hace falta que toda nuestra vida sea iluminada por esta luz. Más aun, esta luz ha de resplandecer en la santidad de la vida (que se manifiesta en la forma de situarse en este tiempo especial) para que se convierta en testimonio incluso para aquellos que no quieren reconocer a Cristo o no le han descubierto. Todo eso supone conversión y crecimiento en la caridad. Especialmente en este tiempo de Cuaresma y en esta última etapa. San León Magno nos exhorta: «Si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días de Cuaresma nos invitan a hacerlo de manera más urgente». En definitiva: la fe nos ayuda a ver más allá de lo evidente, de lo inmediato y de lo superficial. La fe ilumina la inteligencia y los sentidos para descubrir y reconocer lo bueno, lo bello y lo verdadero que hay en las personas y en los acontecimientos.

La fe le permite al ciego de nacimiento reconocer que Jesús viene del Padre y porque es su Hijo puede realizar sus obras. Pero también le permite, junto con la capacidad biológica de ver, contemplar el rostro de Jesús y confesar: “Creo, Señor” (cf. Jn 9,38).

Queridos hermanos, y en este tiempo de pandemia y encerramiento, hay una clave más, motivo de esperanza. La habéis descubierto? Se encuentra en la respuesta a la pregunta inicial de los discípulos sobre el origen de la ceguera. Que ellos pensaran fuera un castigo de Dios. Pues Jesús responde, nos responde: los males, incluido este terrible, no es un castigo, sino que puede ser una oportunidad para que se manifiesten las obras Dios en los que nos fiamos de El, y también en los que sin saberlo dejan que su generosidad mueva sus vidas, hasta de manera heroica.

Que nuestra Madre, la Virgen de Los Milagros, acoja nuestras súplicas y, presentándolas ante su Hijo, nos veamos libres de esta situación de pandemia y podamos crecer en la Luz de Cristo. Que Ella nos ayuda, ahora y siempre, a “hacer lo que Él nos diga”. Amén.

Pedimos la gracia que deseamos presentar al Señor por intercesión de la Virgen de Los Milagros…

Virgen de Los Milagros Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.

Virgen de Los Milagros, Vida, esperanza y dulzura, ruega por nosotros.

Virgen de Los Milagros, Madre de Dios y Refugio nuestro, ruega por nosotros.

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