Santuario Nuestra Señora de los Milagros

I DOMINGO DE ADVIENTO…

El comienzo del algo nuevo suele provocar expectación, abre al futuro, aunque se sitúe en continuidad con lo que ya se conoce. Un nuevo año sugiere iniciativas, despierta esperanzas dormidas, promete mejoras. Algo semejante sucede, en el ámbito cristiano, cuando va a iniciarse un nuevo año litúrgico. Deseamos experimentar un progreso en la fe, nos proponemos aprovechar mejor el tiempo que Dios nos vuelve a dar, queremos vivir más a fondo nuestro compromiso fraterno con los demás.

La estructura del año litúrgico responde a dos motivaciones: una, nuestra condición temporal, marcada por el paso de los días, de las semanas, de las estaciones, ritmos distintos dentro de un mismo proceso de desarrollo humano; otra, el misterio de Cristo, único, pero rico en contenidos múltiples que piden ser vividos de manera paulatina. Poder asimilar el mensaje y la vida de Jesús a lo largo del año, descubriendo sus resonancias en los diversos momentos y circunstancias que jalonan nuestra existencia cotidiana: he ahí el propósito de esta vivencia litúrgica recurrente, con su indudable valor pedagógico y su eficacia catequética.

Dentro de este marco del año litúrgico, el Adviento se presenta como preparación al misterio de la venida del Hijo de Dios a nuestra historia humana, un preludio de la Navidad. Estamos tan acostumbrados a celebrarlo que ya no nos sorprende. Y, sin embargo, ese misterio ha supuesto una novedad tan radical que sólo podremos vivirlo con provecho si nos preparamos cuidadosamente para esa celebración. Es decir, si, por un lado, nos vemos necesitados de esa venida, si aceptamos que sólo gracias a ella podemos encontrar un camino cierto de felicidad; y si, por otro, nos dejamos enseñar por la Palabra de Dios, que nos instruye para que sepamos acoger la liberación que nos había prometido.

Este año seguiremos las lecturas bíblicas del ciclo A. El primer domingo nos exhorta a prepararnos, a no estar desprevenidos; el segundo, a convertirnos, a poner nuestra vida en sintonía con lo que se avecina; el tercero, a reconocer en ciertos acontecimientos los rasgos del reino de Dios; el cuarto, a recibir al Salvador que va a nacer. Y, ya en seguida, la Navidad: el cielo se reviste de pobreza, renace desde dentro la esperanza y el asombro se torna gratitud y compromiso.

No nos dejemos llevar por las provocadoras «luces políticas y comerciales»…

NO ESTAMOS EN NAVIDAD… sino que PREPARAMOS EL GRAN ACONTECIMIENTO… la APUESTA DE DIOS POR EL HOMBRE… Aprovechemos este tiempo… FELIZ Y SANTO ADVIENTO…