La «cruz» representa para la mayoría de nosotros todo aquello que nos hace sufrir, incluso ese sufrimiento que aparece en nuestra vida generado por nuestro propio pecado o manera equivocada de vivir. Cruz, en nuestros días, también significa el sufrimiento que se produce en nuestra vida como consecuencia de seguir a Jesús y los valores del evangelio (recordamos especialmente a los cristianos perseguidos, martirizados, crucificados… por fidelidad a Cristo y al Evangelio).
Contemplar la cruz y a Dios crucificado en ella puede cambiar de raíz nuestra actitud cuando padecemos la enfermedad, somos víctima de la desgracia, sufrimos la dureza de la vida o las consecuencias de seguir los pasos de Jesús. Y no diremos: «¿Por qué me mandas esto?, ¿qué pecado cometí?», sino que nuestra súplica creyente será: «Dios mío, contemplando tu cruz sé que mi sufrimiento te duele tanto como a mí; sé que también ahora me acompañas y me sostienes, aunque no te sienta. Confío en Ti. No sé cómo ni cuando, pero un día conoceré contigo la paz y la dicha».
Por eso exaltamos la cruz y porque no es el último destino de quien sigue a Cristo. Los creyentes no vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Si asumimos esa cruz inevitable en todo aquel que se esfuerza por ser él mismo más humano y por construir un mundo más habitable, es porque queremos arrancar para siempre del mundo y de nosotros el mal y el sufrimiento. A la cruz, a una vida crucificada como la de Jesús, sólo le espera resurrección. Por eso hoy nos gozamos y hacemos fiesta contemplando la cruz., por encima de otras exaltaciones efímeras mundanas que nos acompañan cada día.
Feliz Domingo a todos…
Es domingo, día del Señor: Exaltación de la Santa Cruz
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