En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Domingo XXVI Ordinario.
- Evangelio según Mateo 22, 28-32* En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero». Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».
Palabra del Señor
Reflexion Cuando Jesús propone esta parábola, tiene en mente la acritud de los dirigentes del pueblo judío y la de todos aquellos que se tenían por buenos… pero sin olvidar a los que eran considerados oficialmente malos y pecadores.
Los judíos, bien sabemos, fueron los primeros en ser llamados por Dios, pero por su conducta infiel, por su resistencia a admitir al Mesías fueron rechazados a pesar de las promesas hechas por sus líderes. Y los gentiles se negaron desde el principio a admitir la invitación del Padre, que los llamaba cariñosamente… Reconocieron luego su culpa con arrepentimiento, mereciendo ser dignos de alcanzar la salvación.
Los sumos sacerdotes y ancianos respondieron claramente a la pregunta del Maestro en la parábola: “¿quién de los dos hijos, hizo lo que quería el padre?”: pues aquel que fue a trabajar a la viña a pesar de la negativa inicial.
Y para condenar la conducta de los judíos, Jesús no tuvo más que sacar las consecuencias que de esa contestación se seguía… pero con unas palabras que ellos no se esperaban: “los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios…”
En definitiva el Maestro nos está advirtiendo que lo verdaderamente importante son las obras y no las buenas palabras. Ya lo había dicho en otras ocasiones: “No todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21).
Y qué decir de este hermoso texto que nos advierte sobre el juicio final, en el que se nos dice que no se nos juzgará por nuestras buenas palabras sino por nuestra Fe “El que crea se salvará… “ y por nuestras obras: “venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber…” y a otros los rechazará por no haber cumplido las obras de misericordia (Mt 25,31ss).
Es un consuelo saber que nuestra salvación depende de nosotros mismos. Es a nosotros a quien Cristo nos invita a que vayamos a trabajar a su viña, a que nos esforcemos por conquistar el Reino. Hay palabras y expresiones que pueden llenarnos la boca, pero ¿se reflejan en nuestro modo de vivir? Porque se trata de armonizar la vida con la fe.
Nuestra respuesta puede ser muy diversa, como las de los dos hijos de la parábola, pero debemos esforzarnos por responder con una conducta de hechos y no solo de buenas palabras. Es Jesús quien nos dice que “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,9).
Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.