Santuario Nuestra Señora de los Milagros

CON FLORES A MARÍA…

La flor del naranjonaranjo

En nuestra zona norte de España, el naranjo es para los jardines una cosa muy rara, se conserva, pero para salvarla allí contra los hielos y fríos se necesita gran precaución, y se mira como uno de los mejores ornamentos. En Andalucía, el naranjo en mayo, produce tal cantidad de flores y llena los jardines de perfumes tan aromáticos, que parece nos vuelve al paraíso de donde por la culpa fuimos desterrados. En esta estación un  naranjo llena con su fragancia toda una calle, porque da flores en gran escala. Es siempre verde, y de un verde vivo y encendido, como solemos representar la ESPERANZA.

La fe, la esperanza y la caridad son, en el Jardín de la Iglesia de las Virtudes, las más nobles, las más excelentes y sublimes. Todas nuestras relaciones con Dios se fundan sobre ellas. La fe nos da de Él una idea o noticia pura y adecuada, y nos lo representa tal como es Él en sí. La presencia de Dios en nuestra alma por una fe pura produce la esperanza, porque por la fe le miramos Salvador, Redentor, Protector y Bueno. Es la esperanza una virtud infusa en el alma que la dispone y mueve a esperar de Dios en esta vida los auxilios de la gracia y de los dones del Espíritu Santo, y en la otra, la vida eterna mediante nuestras buenas obras. Corresponde a ella el don de ciencia. Siendo una de las tres virtudes principales, debe ser representada por una flor que tenga algo de grande y de sublime. Tal es la del naranjo; es pequeña, pero se nos presenta en los ramos apiñada, y en una abundancia que excede a todas las demás plantas odoríferas. Este árbol siempre hermoso nos recuerda las glorias y las delicias del paraíso que perdimos por la culpa.

Y aquí aparece la figura de una joven, de nombre María… pequeña criatura pero con un aroma especialmente cautivador… el aroma de las virtudes que abre a la esperanza. Una joven, devorada por los ardores de la caridad, se propone en su ánimo cambiar la faz del mundo moral; pide la salvación, pide y la espera, espera y la consigue. A la fe, a la esperanza y a la caridad de María debemos nuestra salvación. ¡Gloria a Ella!

Revisemos nuestro jardín: estamos en mayo: busquemos el naranjo, veamos si está en flor. ¿Esperas? ¿tienes fe que se arraiga en la esperanza? ¿qué respondes? ¿tienes la esperanza? ¿está en ti esta necesaria virtud? Si está en ti, ella responderá y dirá «fíate, confía… espera». ¿Qué temes? ¿qué tiemblas? ¿qué dudas? ¿qué vacilas? ¿que has perdido la esperanza? Si así fuese, corre, acógete a María, preséntale esa flor y dile:

 

Oración: Señora y Madre mía de la Esperanza: Yo ayúdame a confiar más, a fiarme más de Dios… yo espero que me ayudarás en esta tarea, con los auxilias de la Gracia. Quiero fiarme de la bondad de Dios, mi Salvador. Yo prometo fidelidad, lealtad y exactitud en la observancia de la ley santa del Señor. Amén.