Quizás esto, más que ninguna otra cosa, nos habla de encarnación,
de la manera de Dios de hacer las cosas.
Un Dios con una madre, como tú, como yo.
¿No te deja un poco sorprendido esa imagen?
El eterno, el todopoderoso, el Dios que todo lo sabe, hijo de una mujer, como tú, como yo…
Y si Jesús refleja para nosotros el modo de ser personas a que estamos llamados,
María, en su maternidad absoluta, nos acerca también muy densamente a esa humanidad.
Porque ella es, como tú, como yo, una mujer de carne y hueso.
Una mujer que, abrazando con pasión y con un amor radical la buena nueva del «Emmanuel» se convirtió en portadora de un amor capaz de salir de sí mismo. En la entrega radical de Jesús, y la aceptación de María, al pie de la cruz, se forja un lazo de amor, una forma de dar todo lo que uno tiene, que es en nuestro mundo exponente de la lógica distinta del evangelio.
FELIZ DÍA A TODOS…