Santuario Nuestra Señora de los Milagros

CAMINAMOS HACIA LA EPIFANIA

Ya no se oyen las campanas muy a menudo llamando a misa o tocando a rebato.

Ahora, como mucho, se oye la alarma del reloj, o la radio que da las horas con pitidos.

O el móvil con sintonías de todo tipo –desde “un poquito de por favor”, a dragostea-

Con tanta algarabía ya no se oyen las campanas.

Ruidos, voces, música de mil estilos, ritmos, coches, el eco de fondo de la televisión, hilo musical… Pero siguen sonando. (ojo, que no son las de las uvas). Las campanas de navidad suenan para recordar que en un pesebre cuna hay un niño-Dios; es decir, que la manera de cambiar las cosas de Dios empieza por lo más pequeño.

Las campanas invitan a pararse un minuto y elevar la vista (o al menos la mirada interior) al cielo (o asomarse a la ventana y mirar al mundo), para descubrir que aún queda espacio para la fe en la humanidad salvada. Escuchar y mirar. 

Y encontrarse con la voz del Bautista que nos dice… ¡alerta, despertad!… este es el Cordero De Dios…

FELIZ DÍA