Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

Hoy es Jueves Santo. Un día «santo» porque en él se trasluce el misterio último del amor del hombre. No se trata de un amor cualquiera: es el amor de los hermanos que se entregan la vida mutuamente.

No fue exactamente la fraternidad lo que rescató al pueblo de Israel de la esclavitud, sino la mano poderosa y protectora de YHWH, que escuchó la súplica de su pueblo y tuvo misericordia de sus hijos. No obstante, aquella acción liberadora de YHWH hizo posible la vida común entre los que caminaban en el desierto: el amor salvífico de Dios posibilitó el amor fraterno entre los hombres. Tampoco fue la fraternidad de los discípulos lo que se condensó en aquella «primera eucaristía» del cenáculo, sino la ofrenda radical que Jesús hizo de su vida y su persona bajo los signos sacramentales del pan y el vino. No obstante, aquel ofrecimiento del Hijo hizo posible el servicio mutuo entre los hermanos: el amor salvífico de Dios volvió a posibilitar –entonces ya de un modo insuperable- el amor fraterno entre los hombres.

Donde el amor de Dios se hace más radical, allí hay que buscar la forma más lograda del amor del hombre. ¿Puede un ser humano amar más y mejor de lo que amó el Hijo de Dios a los pies de Pedro? Al arrodillarse Cristo delante de Pedro, Pedro quedó arrodillado delante de Juan y de Santiago y de Andrés y de Felipe… y hasta del Iscariote. La dádiva de Jesús instauró la fraternidad de sus discípulos. Y lo sigue haciendo cada día en su Iglesia: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

No se trata de intentar parecerse a Cristo en su mucho amor, sino de consentir que Él sitúe nuestros afectos en el plano de su propia entrega. En una palabra: tomar su pan y su cáliz y su toalla ha de transformarnos, de su suerte que en las venas de nuestro amor humano corra la sangre de su amor divino. 

Dejemos hoy que el amor del hombre llegue hasta nosotros en todo su misterio, que Cristo nos diga a cada uno: «Si no te lavo los pies, no tienes nada que ver conmigo». Y al ver cómo vuelca la jofaina, ¿entraremos en la corriente viva de su pascua fraterna?

FELIZ DÍA A TODOS…

y de una forma muy especial a todos los sacerdotes y seminaristas…