La cuaresma nos invita a un repaso general de nuestra forma de vivir,
a reorganizarnos en relación con Dios (oración), con los hermanos (limosna),
con nosotros mismos (ayuno), a reavivar nuestra sensibilidad y nuestra libertad,
dominando los propios caprichos o inclinaciones meramente instintivas.
Y, naturalmente, sin que nada de ello quede viciado por motivos espurios.
En lo más santo se puede infiltrar también el pecado, por ejemplo el de vanidad o de orgullo: actuando para que otros nos alaben o aplaudan. Sería un volver a las exterioridades, sin haber cambiado el corazón.
FELIZ CAMINO CUARESMAL…