Es curioso
cómo te llamamos de formas tan diferentes que,
a veces, casi resulta contradictorio.
Eres el manso, nos hablas en lenguaje de bienaventuranza;
eres el Dios del amor, el príncipe de la paz…
pero al mismo tiempo
nos pones en disposición de luchar,
de afrontar la tormenta
y pelear por lo que merece la pena.
Sé tú, Señor, nuestra fortaleza
como lo fuiste, con Los Santos Apóstoles.
FELIZ DÍA A TODOS