Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

ES CUESTIÓN DE MIRADAS… Martes XXXIII Ordinario

  • Mirada de Zaqueo a Jesús. Zaqueo buscó ver a Jesús. Le movía a ello una mezcla de frustración (por su insoportable bajeza), de curiosidad (¿será verdad lo que dicen de este hombre?) y de esperanza (¿le serviría de algo verlo?). Sabía que Jesús iba a pasar… y no se lo quería perder. Hace todo lo posible para conseguir un puesto, insólito y ridículo, desde donde verle, aunque los que le viesen subido al árbol se rieran de él. Arriesgó. Si Jesús al final no pasaba, habría perdido miserablemente el tiempo.
  • Mirada de Jesús a Zaqueo. Es la escena nuclear. Al pasar bajo la higuera, Jesús alzó la vista y le llamó, como Buen Pastor que conoce a sus ovejas por el nombre (Jn 10,3). Y se autoinvitó a su casa. Aquella mirada le penetró hasta lo más profundo, hasta aquella zona de misterio que todos llevamos dentro y a la que nadie tiene acceso. Aquellas palabras le cambiaron. Cambiamos cuando oímos nuestro propio nombre dicho con amor. Su transformación fue progresiva: Primero, le proporcionó alegría; después, prisa; al final, generosidad. Un proceso completo de conversión.
  • Mirada de la gente sobre Zaqueo. Los que conocían a Zaqueo murmuraban. El chismorreo era su oficio. Ya lo habían juzgado y condenado.  Pero a Jesús –y a Zaqueo a partir de entonces– esa murmuración ni les afectó ni la atendieron. Cuando se toma en serio a Jesús siempre se desata un vocerío entorno que trata de malograrlo lo iniciado. No hay que prestarle oídos, porque sus “prudentes” razones son peligrosamente embaucadoras. Frente a los que le habían condenado, solo Jesús fue el único que creyó en Zaqueo. Jesús continúa creyendo obstinadamente en cada uno y espera algo distinto de nosotros.