Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo Hoy es Sábado 21 Noviembre XXXIII Semana Ordinario Presentacion Virgen Maria Cuando la Virgen María era muy niña, sus padres la llevaron al templo de Jerusalén para ser instruida. Es una fiesta que nació en el año 543 en Oriente con ocasión de la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva en Jerusalén.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 20, 27-40 En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Reflexión: Celebrando la fiesta de la Presentación de la Virgen María en el templo, el Evangelio de hoy se sitúa en el contexto final de vida pública de Jesús. Narra un debate de Jesús con los saduceos. Estos argumentan en contra de la resurrección de los muertos, tratando de ridiculizarla con un ingenioso cuento. Jesús termina desbaratando sus tesis. Quedémonos tan solo con dos pinceladas:

Jesús no devalúa el matrimonio. En absoluto. Jesús lo ha defendido en otras ocasiones y ahora no se contradice. Ha sido instituido por Dios, que nos ha creado como hombre y mujer y no sólo para la reproducción de la especie. De ahí que el motivo biológico no justifique la necesidad del sacramento. El matrimonio alcanza su sentido más alto en la realización del amor recíproco, expresión del mismo amor de Cristo. Los seres humanos no podríamos vivir sin un amor concreto, hecho de estabilidad y fidelidad, abierto a la nueva vida. Con la muerte de uno de los cónyuges, el vínculo se deshace… pero pasan a vivir en una condición libre del condicionamiento del sexo, en una vida distinta.
¿Qué es eso de “ser como ángeles”? Es una manera de expresar lo que queda aún oculto en el misterio. Dios nos tiene destinados a la vida sin fin, no a la muerte. La vida de resucitados no es una simple continuación de esta vida terrena. Acontece de otra manera. Para hacerse entender, Jesús opone «este mundo» y «el mundo futuro» … un mundo en el que las personas morimos y otro mundo en el que no se muere más, y por lo tanto donde no es necesario engendrar nuevos seres. No hace falta explicar más para refrendar que «sí se puede resucitar». Nosotros creemos, sin elucubrar ni dudar, que al final de todo, la última palabra es la del Dios de la vida. Y su palabra siempre es palabra vivificadora, resucitadora, creadora… siempre lo fue. Por tanto, “¡sí se puede!”.

_* Dios te bendice…* “Préstame, Madre, tus ojos, para con ellos mirar, porque si por ellos miro, nunca volveré a pecar. Préstame, Madre, tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar. Préstame, Madre, tu lengua, para poder comulgar, pues es tu lengua patena de amor y de santidad. Préstame, Madre, tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más. Préstame, Madre, tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar. Préstame, Madre a tu Hijo, para poderlo yo amar, si Tú me das a Jesús, ¿qué más puedo yo desear? Y esa será mi dicha por toda la eternidad”.