Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo Hoy es Domingo 18 de Octubre XXVIII Semana Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21 En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas:
¿es lícito pagar impuesto al César o no?».
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario.
Él les preguntó:
«De quién son esta imagen y esta inscripción?».
Le respondieron:
«Del César».
Entonces les replicó:
«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

Palabra del Señor

Reflexión: La adulación de los herodianos es una forma de violencia sutil y elegante que revela la dureza de quien tiene que convivir con la propia falta de credibilidad. Jesús no se deja enredar por unos elogios vacíos aunque expresen una realidad: Él es un Maestro sincero, veraz e inclusivo (cf. Mt 22, 16). En consecuencia, no pierde la libertad de decir aquella verdad que rompe las ataduras de todo aquel corazón que busca el camino de Dios.

Jesús sabe que los fariseos buscan una excusa para poder acusarlo y no tiene miedo de dar una respuesta clara y comprometida. Un fanático respondería desde una ideología sin medir las consecuencias de sus afirmaciones (aunque ellas pongan en peligro la vida o la conciencia de los más vulnerables). En cambio, Jesús habla desde su experiencia de Hijo de Dios y desde su plena confianza en subPadre, buscando revelar aquella verdad integral que da sentido a su ser y su existencia también humana con sus opciones y acciones. Él no se ajusta al orden establecido, sobre todo cuando se acentúa la desigualdad, la injusticia o la inequidad.

Hoy podríamos hacernos una pregunta esencial: ¿De quién es la imagen que está grabada en mi corazón? ¿De Dios o del César? El corazón es una realidad más radical que una moneda. La imagen acuñada en el corazón es la que configura en toda persona una forma de vida, una forma de espiritualidad y una forma de compromiso con la realidad.

En el corazón del mundo, dar a Dios lo que es de Dios. ¿Cómo dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, sin escaparse del mundo refugiados entre una espiritualidad aislada? Una lectura limitada del texto presentaría la posibilidad de mantener separados el orden de lo temporal y el orden de lo religioso, las cosas del mundo y las cosas de Dios, las realidades profanas y las realidades sagradas.

El misterio de la Encarnación del Hijo de Dios nos da una clave de lectura: Dios ha entrado en diálogo con el hombre y ha creado un espacio sagrado en el corazón de la historia. A imagen de Jesucristo, los bautizados estamos llamados a crear lazos de fraternidad que rompan los esquemas de «ellos y nosotros». La corresponsabilidad de los cristianos en la búsqueda del bien común y en cuidado de la casa común nos llama a respetar la pluralidad de opiniones. La solidaridad afectiva y efectiva debe llevarnos a reconocer la dignidad de toda persona humana. La presencia en los lugares donde se gesta y se decide el rumbo de la política, la economía, la educación, la cultura y la fe, requiere de nosotros idoneidad y valores evangélicos. Como Jesús, estamos llamados a responder desde nuestra experiencia de Dios y desde nuestra fe. Y a la vez esperar que el Cesar, el mundo secular, de la política y de la cultura, de los medios respete la presencia, la opinión y valore la colaboración desinteresada de los cristianos.

_* Dios te bendice…* “En verdad es justo darte gracias, es bueno bendecir tu nombre, Padre santo, Dios de misericordia y de paz.
Porque has querido que tu Hijo obediente hasta la muerte de cruz, nos precediera en el camino del retorno a ti, término de toda esperanza humana. En la Eucaristía, testamento de su amor, él se hace comida y bebida espiritual, para alimentarnos en nuestro viaje hacia la Pascua eterna. Con esta prenda de la resurrección futura, en la esperanza participamos ya de la mesa gloriosa de tu reino y, unidos a los ángeles y a los santos, proclamamos el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo Dios del universo. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en el Cielo”.