Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo Hoy es Miércoles 23 de Septiembre XXV Semana tiempo Ordinario
San Pío de Pietrelcina Fraile capuchino italiano que ya en vida gozó de una gran veneración popular, con fama de taumaturgo, de confesor y director espiritual. Es conocido por los estigmas que aparecieron en sus manos, pies y costado. Fue canonizado por Juan Pablo II en 2002

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 1-16: En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguno no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, como testimonio contra ellos». Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.

Palabra del Señor

Reflexión: El Evangelio de san Lucas nos relata que Jesús reunió a los Doce y les dio el poder para expulsar demonios y curar enfermedades. Una vez hecho esto, los envió a proclamar el Reinado de Dios y a curar a los enfermos. Les dio instrucciones precisas: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni túnica de repuesto. Nada para la seguridad personal. Sólo la fuerza del Espíritu Santo, todo lo demás vendrá por añadidura.

El mandato es “anunciar”, es decir: Dar noticia o aviso de algo; publicar, proclamar, hacer saber. Hay un deber de proclamar que el Reino de Dios está presente con Jesucristo. Y todo nuestro hacer, todas nuestras fuerzas han de estar enfocadas hacia la sanación de cuantos viven enfermos por la discriminación, por el egoísmo, por el sufrimiento y el dolor que generan nuestras relaciones con nuestros hermanos. Expulsar los males de la sociedad fuera del mundo de la fraternidad. Y combatir la acción del demonio con la oración confiada.
Los Doce representan a la Iglesia Apostólica, el nuevo Pueblo de Dios, que siempre ha sido consciente de su mandato originario que recibió del mismo Jesucristo. San Pablo VI, considera que hay una necesidad de conocer la propia fe para que el diálogo y la evangelización sean posibles en nuestra sociedad. Habla también que las exigencias y condiciones que plantea la sociedad nos inducen a una revisión de los métodos y maneras de llevar a los hombres de hoy el mensaje cristiano (Evangelii Nuntiandi nº 3).

Han pasado ya más de 40 años de estas consideraciones del Papa Montini, pero no dejan de ser actuales. El Papa Francisco habla de ir a las periferias, de encontrarnos en una cultura del diálogo, con los que más sufren, y ofrecer una palabra de consuelo y misericordia para aquellos que están faltos de recursos, y viven situaciones de dolor.

Pero no hemos de olvidar algo importante, junto al “Evangelizar” ha de acompañarle una palabra sanadora, la sanación, la expulsión de los males que nos aquejan esa es la segunda parte de la exigencia evangelizadora. No puede quedar olvidada. Quizás la Iglesia haya perdido credibilidad, pero no puede perderse en una actitud derrotista, olvidando el criterio fundamental de nuestro quehacer misionero.

Oremos por la Iglesia y su presencia en medio de este mundo, para que nunca ceda a la tentación del maligno de “ hacerse uno con él”… que luche por ser instrumento de consuelo y sanación para un mundo sufriente, y considere su vocación originaria de manera que Cristo sea siempre el centro de nuestra vida.

_* Dios te bendice…* “Quédate conmigo, Señor, porque es necesario que estés presente para que no te olvide. Ya sabes lo fácil que te abandono. Quédate conmigo, Señor, porque soy débil
y necesito tu fuerza para no caer tan a menudo. Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi vida, y sin ti, no tengo fervor. Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi luz, y sin ti, estoy en tinieblas. Quédate conmigo, Señor, para que escuche tu voz y te siga. Quédate conmigo, Señor, porque deseo amarte mucho y estar siempre en tu compañía. Quédate conmigo, Señor, si deseas que te sea fiel. Quédate conmigo, Señor, porque por pobre que sea mi alma quiero que sea un lugar de consuelo para Ti, un nido de amor” (San Pío de Pietrelcina, oración para después de la Comunión).