Santuario Nuestra Señora de los Milagros

LUNES III PASCUA

Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 22- 29: Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó: En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».

Reflexión: Cuando el hombre tiene todas sus necesidades básicas cubiertas le es más difícil elevar los ojos al cielo y buscar al Dios de la vida que Jesús vino a manifestarnos como Hijo suyo. La denuncia de Jesús en este extracto evangélico es muy clara, no podemos buscar a Dios tan sólo para cubrir nuestras necesidades humanas, que también son necesarias, pero no única y exclusivamente. Lo podemos comprobar con claridad en la última frase del texto que se proclama hoy.

La obra que Dios quiere es que creamos en el Enviado, en su Hijo Jesucristo. Creer en Jesús no es cosa de ideas ni de discursos, ni siquiera de un momento esporádico de nuestra vida. Creer en Cristo es una forma de vida y hacerlo vida en nosotros. El cristiano, sea cual sea su estado de vida, debe hacer visible a Cristo presente a cada ser humano. Hoy deberíamos no sólo volver a recapacitar en nosotros cuál es nuestra conducta ante Dios y los hermanos, si son reflejo de bondad o por el contrario son reflejo del individualismo al que la sociedad nos impone de forma seductora.

A nivel mundial estamos viviendo circunstancias dolorosas e inquietantes y ahí es donde Jesús como a sus contemporáneos nos pone en jaque. Debemos de buscar a Dios para que fortalezca nuestro cuerpo y nuestro espíritu para poder estar al lado de aquellos que más sufren, de aquellos que la desesperanza no los deja levantar la cabeza. Las obras de misericordia que nos propone la Iglesia como modo de santificación no son cosas pasadas de moda, sino que es la hoja de ruta del seguidor de Cristo, ellas nos ayudan a desalojar de nuestro corazón el egoísmo y dejar de mirarnos nuestro propio ombligo para mirar los ojos de los otros, donde encontraremos a Dios que quizás no nos pueda pagar la factura de la luz, pero sí nos dará la fuerza necesaria para poder seguir adelante con la certeza y la alegría de pasar por la vida haciendo el bien, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo.

Pongámonos enfrente de este texto y digámosle al Señor con sinceridad por qué lo buscamos, cuáles son nuestras motivaciones más profundas y sin duda alguna Dios Padre nos hará ver con claridad cuáles son las conductas que se ajustan al quehacer de Jesucristo, Luz y Señor del mundo y de la vida, y cuáles son las que, con actitud de enmienda, debemos cambiar para hacer con Él la tierra y los cielos nuevos, donde el amor crezca por toda la eternidad.

Oración: «Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animados con esta confianza, a Vos también acudimos, ¡oh Virgen, Madre de las Vírgenes!, y, aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amen».

Virgen de los Milagros, Madre De Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, consuelo del afligido y refugio del pecador, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, Vida, dulzura y esperanza nuestra, ruega por nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre De Dios…

Dios te bendice…* repasa las obras de misericordia y pregúntate si presiden tu vida… ‘Señor Jesús, Hijo eterno del Padre, verdadero Dios y verdadero hombre, confío en ti’.

Eucaristía desde el Santuario: