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Como discípulos nos surgen muchas preguntas, con frecuencia nos desbordamos en explicaciones y hasta nos atrevemos a ejercer de chamanes de cuidados paliativos, pero el mal y el dolor del corazón de aquellos padres-madres o el del hijo/a que atiende a alguno de sus mayores en situación terminal irreversible, ahí sigue. Seguramente deberíamos arrimar nuestro corazón al suyo y aunar el lamento: “Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos” y puestos a remediar desde la fe sería necesario salir de la farmacopea de nuestra palabrería y darnos al “ayuno y la oración” que nos permitan iluminar el dolor de la cruz en la esperanza del amor del Dios y Padre de la Vida.