Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN…

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Miercoles V Pascua San José, obrero La Iglesia nos pone, hoy, el ejemplo de san José, el carpintero de Nazaret, que fue un modelo de trabajo para sostener su familia y desarrollar su oficio. Ésta es la forma normal de vivir en este mundo, ganándonos el pan de cada día con el sudor de nuestro trabajo.

Evangelio según Juan 15, 1-8 En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

Palabra del Señor

Reflexión. Hoy el texto del evangelio nos presenta una imagen muy sugerente, la vid y sus sarmientos, sus ramas, para hablarnos de las relaciones de Jesús con su Padre y sus discípulos, y la de éstos con Jesús. Es un árbol que unifica distintas relaciones, es un todo, no son parcelas independientes, una relación lleva a la otra.

Si conocemos o hemos vivido junto a una vid o una parra que está plantado en la tierra, habremos percibido que el tronco puede ser muy largo, se extiende y del cuál brotan las ramas, muchas ramas. Cuando es el momento oportuno florecen los pequeños racimos y de algunas ramas no salen ninguno, estos se quitan para que no sigan “chupando” la savia y posibiliten que los racimos crezcan con más fuerza. Para que la parra dé frutos es necesario que las ramas estén pegadas al tronco para que se puedan alimentar de su savia; las hojas le darán sombra impidiendo que el sol queme el fruto.

Yo soy la vid verdadera dice Jesús, el que no defrauda, el que está enraizado en el Padre, el fiel. El que vivió plenamente de la savia que viene del Padre, porque es su Hijo eterno.

El secreto interior que circula en esta vid, Jesús mismo, es el permanecer, esa es su invitación profunda para los suyos, para sus discípulos. El término “Permanecer” significa: mantenerse sin mutación en un mismo lugar, estado o calidad.

Mantenerse sin mutación en un mismo estado de gracia es lo que nos propone Jesús. La idea de la fe no permite mutación, lo que permite es conversión. La mutación es moverse o mudarse. La conversión permite que alguien se transforme en algo distinto de lo que era. Y para nosotros los creyentes, la razón de esa transformación es Cristo.

Él nos dice que sin Él no podemos hacer nada. Él es la puerta de acceso a la ternura del Padre, a su misericordia. Si queremos acceder al Padre, sólo podrá ser a través del conocimiento que nos da Jesús, a través de sus Palabras y acciones, a través de gracia, de sus sacramentos.

Lo que Jesús nos pide es fidelidad y lealtad a su palabra, acogida y adhesión de su proyecto recreador de nuestra esperanza. Un nuevo reino de amor, justicia y paz; sin mutaciones y cambios acelerados que nos conduzcan a la inmadurez y superficialidad.

Jesús ha dejado su huella entre nosotros, nos habla directo a nuestro corazón temeroso, para que no suceda nuevamente la traición y la huida de sus discípulos, les habla de la permanencia, de una presencia infinita, de la unidad que existe entre el Padre y los hombres por medio de Él.

Que todos seamos uno, ha de ser nuestra oración. Una oración confiada y siempre nueva. Una oración centrada en el Cristo de la Vida y la Alegría. Permanecemos en Él, permanecemos en la Vida, permanecemos en la Alegría Pascual. Dios pasó por nuestra vida haciéndonos copartícipes de su vida y su gracia.

¡Cristo ha resucitado, Aleluya!

Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.