Santuario Nuestra Señora de los Milagros

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

El último domingo del año litúrgico se centra en Jesucristo-Rey.  Toda la liturgia tiene como principio y como fin al mismo Jesús. Le recordamos Niño en Belén y nuestro corazón se llena de ternura. Nos admira y emociona en su vida oculta de Nazaret, viviendo como un obrero más, como un paisano cualquiera, sin dar ninguna señal extraordinaria. Le recordamos con cariño en su vida pública, recorriendo pueblos y ciudades, predicando la Buena Noticia y sanando toda dolencia y enfermedad. Por fin lo hacemos presente en Jerusalén, entregando su vida por nosotros en la Cruz. Naturalmente que una vida así no podía encerrarse en una estrecha sepultura. A los tres días salió del sepulcro y este triunfo final de su Resurrección llenó el mundo de alegría y de esperanza. Es lo que celebramos en este último Domingo del Año Litúrgico.  

LECTURAS BÍBLICAS

1ª lectura: 2 Samuel 5,1-3.           2ª lectura: Colosenses 1,12-20.

EVANGELIO: San Lucas 23, 35-43

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo» Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

YO SOY REY. PERO NO PARA QUE ME SIRVAN SINO PARA SERVIR.  Frente al afán de dominar, propio de los que tienen poder en el mundo, Jesús ejerce su dominio “sirviendo a los demás”. Dios hizo a nuestros padres en el paraíso “virreyes” y les dio el dominio sobre todas las cosas (Gn. 1,28).  Pero no quisieron ser “virreyes”. Quisieron ser “reyes” y tener el poder y el dominio de Dios. Según la carta de Pablo en este día, “Él es el primero en todo y tiene toda la plenitud”. Nosotros podemos participar de esa plenitud de Cristo dominándonos a nosotros mismos, sin ser esclavos de nada y de nadie. Al contrario, debemos servirnos los unos a los otros por amor. Un servicio hecho sin amor, esclaviza; pero un servicio hecho por amor, nos hace libres. Con este servicio hecho por amor, Jesús nos ha enseñado a reinar. Cuando a los primeros cristianos de Roma se les exigía que dieran culto al Emperador, ellos decían: Nosotros no reconocemos a otro Señor que a Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado por nosotros. Nuestros primeros cristianos se pueden considerar como“mártires de la libertad”.  Nadie más hombre que un cristiano; nadie más libre que un cristiano, nadie más feliz que un cristiano, pero un cristiano de verdad.