Santuario Nuestra Señora de los Milagros

SANTOS INOCENTES

En estos días de Navidad, uno mira por la ventana,

estos días, a ver qué tal tiempo va a hacer.

Tal vez te encuentras sumido en la vorágine navideña, quizás andes de vacaciones.

Es posible que busques silencio y lo hayas encontrado.

O que quieras marcha, y la halles donde abunda la fiesta, la celebración y el entretenimiento.

Pero luego te asomas a esa otra ventana digital, que nos abre los ojos al mundo.

Y empiezas a ver que el planeta está atravesado por heridas y fracturas. Atrocidades bélicas que dejan como víctimas a los inocentes. Muros, vallas, barcazas que se hunden arrastrando con ellas sueños de supervivencia y progreso. Cristianos perseguidos en Siria o Egipto. Puertas silenciosas, tras las que se ocultan angustias domesticas, como es que ya no llega ni para que los más pequeños coman bien.

Y en ese contraste brota una amalgama de certidumbres. El reconocimiento de vivir en una burbuja, en medio de un mundo expuesto al vértigo de una humanidad desbocada. La constatación de que uno ha de conjugar gratitud por todo lo que en la vida es bendición y oportunidad, y al mismo tiempo sentirse responsable para devolver algo de todo eso recibido.

Y una oración, constante, necesaria, recurrente: “Que no cierre los ojos. Que me duela la realidad. Que sepa hacer algo. Que rompa las burbujas, y que tenga el coraje de dejar que el grito del mundo me llegue muy dentro”.

FELIZ DÍA