Santuario Nuestra Señora de los Milagros

Sagrado Corazón

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy es Viernes X Tiempo Ordinario Solemnidad con la que la Iglesia celebra el amor de Cristo salvador por los seres humanos, amor cuyo símbolo es su corazón. Aunque la devoción al Sagrado Corazón se remonta a la Edad media, la fiesta fue reconocida oficialmente en 1856 por el Papa Pio IX.

San Juan 19, 31-37 Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis.
Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron»

Palabra del Señor

Reflexion: En la perícopa evangélica, San Juan presenta dos realidades: una, el nacimiento de la Iglesia y los sacramentos con el agua y la sangre que brotan del costado de Cristo; la otra el hecho de que el corazón de Cristo es un corazón traspasado.

Cuando nos damos cuenta de que estamos necesitados de la conversión, nos pasa como a los que escucharon el discurso de Pedro el día de Pentecostés: “estas palabras les traspasaron el corazón y dijeron: ¿qué tenemos que hacer hermanos?”. El creyente se da cuenta de que tener un corazón de carne, un corazón traspasado, sólo lo puede lograr el Espíritu Santo, el único cirujano afamado que puede hacer con éxito este trasplante de corazón.

El corazón de Jesús está traspasado, es decir, está permanentemente abierto para que siempre se pueda entrar y salir; en El no hay voluntad de posesión, sino sólo de amor. Es un corazón que no se endurece ni se cierra. Nuestra salvación está en aceptar vivir con un corazón así, abierto de par en par. Si quiero tener los mismos sentimientos de Jesús, no puedo cerrar mi corazón.

Hay que ser pobre en el espíritu, pues los pobres son los que no ponen la seguridad en sus certezas y riquezas, sino que abren su corazón. Un corazón traspasado, quebrantado, abierto, nos da una mirada nueva que nos permite vernos a nosotros mismos y a los demás con la mirada de Dios, una mirada llena de amor, compasión, paciencia y misericordia.

En esta mirada consiste la pobreza de espíritu, la infancia espiritual y por paradójico que parezca, la madurez espiritual. Sólo desde la pobreza de corazón se aprende a esperar. El corazón pobre y quebrantado nos permite acoger la esperanza.

La devoción al Corazón de Jesús, no es algo ñoño y trasnochado. Todo lo contrario, la verdadera devoción al Corazón de Jesús -valorando esas imágenes tan dulces que tanto han consolado a tantas personas que sufrian-, nos debe llevar a una muy determinada determinación que nos hace falta para empeñarnos en la conversión de nuestro propio corazón.

El Señor nos dice: “Hijo, dame tu corazón, y tus ojos guarden mis caminos”. ¿Se lo daremos por completo?

_* Dios te bendice…* Rezamos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria. “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”.