Santuario Nuestra Señora de los Milagros

REFLEXIONAMOS…

En el evangelio, a una atrevida pregunta a Jesús, camino de Jerusalén:

Señor, ¿son pocos los que se salvan? (Lc 13,23),Domingo Ordinario 21 C

Jesús responde con cierta exigencia:

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán…Y, tras una comparación con la actitud del dueño de una casa, concluye: Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad (13,27). No es fácil interpretar esta respuesta exigente en su pleno sentido, pues ignoramos si el preguntante anónimo hizo la pregunta con buena o maliciosa voluntad. Lo que sí aparece claro que no serán elegidos los malos, los que obran la iniquidad. En cualquier caso, Jesús, como buen psicólogo, sabedor de nuestro menor esfuerzo humano, al igual que un profesor no puede anunciar a sus alumnos que todos aprobarán la asignatura, pues no la estudiarían Jesús, digo, pide calidad, como el profesor pide estudio al alumno, y deja en el misterio la cantidad de salvados, quizá para no desanimarnos, si fueran pocos; o más bien para no confiarnos, si fueran muchos. De hecho, termina su reflexión diciendo: Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos (13,30).  Y el libro del Apocalipsis describe el trono del cielo como una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas… diciendo: Amén (Ap 7,9-12).

Y para que la llamada y la elección sean eficaces, la segunda lectura nos señala el camino, los medios, pidiendo que como hijos admitamos el sacrificio, el esfuerzo, la exhortación paternal, la corrección filial, porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos… pues ¿qué padre no corrige a sus hijos? …para fortalecer las manos débiles, robustecer las rodillas vacilantes y caminar por una senda llana (Heb 12,5-8.12-13).

Querido lector, ante una buena voluntad y serio arrepentimiento siempre contamos con la misericordia de Dios, padre misericordioso, ese atributo divino, que aparece en la Biblia medio millar de veces. Y, a modo de oración, concluyo con estos versos de Miguel de Unamuno en un arranque místico de conversión y humildad ante el evangelio de hoy:

“Agranda la puerta, Padre,

porque no puedo pasar ;

la hiciste para los niños,

yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,

achícame, por piedad;

vuélveme a la edad bendita

en que vivir es soñar.

Gracias, Padre, que ya siento

que se va mi pubertad;

vuelvo a los días rosados

en que era hijo no más…”.