Santuario Nuestra Señora de los Milagros

REFLEXIONAMOS…

No nos sorprende que, a estas alturas, el Sr. Alcalde de Santiago de CompostelaSábado XVII Ordinario

(la ciudad que le debe tanto y todo al Santo) se resista y niegue hacer la ofrenda tradicional al Santo Patrón.

¿Cuándo entenderán que ser aconfesional significa no abrazar ninguna religión

pero no dar la espalda tampoco a ninguna de ellas?

Aquí, como siempre, somos modernos y laicos para lo que queremos y, si se puede metiendo los dedos a los ojos en la Iglesia, pues mejor que mejor. En el fondo, no son aconfesionales, están vacíos y -por si fuera poco- pretenden que los demás metamos tanto ruido como ellos por eso mismo, por estar vacíos.

Pero no olvidemos que no son los políticos los que nos han de descubrir a Aquel en el que creemos (en todo caso en muchos momentos nos lo desvirtúan, distorsionan y hasta capitalizan). La fiesta de Santiago ha de contar con algo imprescindible e importante: la ofrenda de todo un pueblo que sabe valorar, cuidar, cultivar y transmitir las raíces de su ser espiritual a las generaciones presentes y futuras. Esa es la mejor ofrenda. Lo demás….son pétalos en seco y de gente que, con estas excusas, tienen su minuto de gloria. El año que viene nadie hablará de ellos.

1.Hoy, en esta fiesta del Santo Patrón, caemos en la cuenta de aquello que, el domingo pasado, el evangelio nos señalaba: “Estamos como ovejas sin pastor”. Y por qué no decirlo; a veces sin Patrón. Es más fácil doblegar una sociedad sin “patrón” que con él. Es mucho más manejable un pueblo “sin patrón” que sin su protección. Es más marioneta una ciudadanía “sin patrón” que con referencia, poso y virtud. ¿O no?

La grandeza de Santiago Apóstol (su vida, testimonio, predicación y llegada a nuestra tierra) sólo se entiende desde una convicción: él también tuvo su “patrón” y no fue otro que el Evangelio. Nada ni nadie se lo quitó. Poco le importó que fuera comprendido o entendido, atendido o ensalzado, reverenciado o –incluso si ahora viniera de nuevo- que los regidores no le llevasen ofrendas. Lo esencial para él era lleva a cabo su obra: Cristo no podía quedarse en el círculo de aquellas primeras tierras que él piso. Su pasión, muerte y resurrección merecían otro trato (mucho más que flores): exigía vida, sangre y constancia. Sólo desde estas características nuestra nación y otros tantos pueblos y ciudades del mundo se aventuraron a colocarlo como PATRÓN de su vida social, económica, cultural, artística, etc.

2.El reciente periplo pastoral del Papa Francisco por tierras de América nos ayudan de nuevo a ver por dónde han de ir los horizontes evangelizadores: cercanía, persuasión, alegría, amor por los pobres y esfuerzo. Notas que, de lleno, se dieron en la vida de Santiago Apóstol.

Cercanía. Quien estuvo al lado del Maestro sabía que, por convencimiento y luego por contagio, la fe se expandía.

Persuasión. No supo quedarse cómodamente sentado en la silla del lugar donde nació. El fuego del evangelio le quemaba y, esa fuerza interna, era motor para que otros descubrieran que Cristo estaba en nuestra piel y en nuestra carne.

Alegría. Su paso, con su palabra, dejó senderos de alegría para todos los que conocieron y se acercaron a la persona del Señor. Finisterre (el final del mundo) es antesala del inicio de otro nuevo y distinto. Es el final de algo viejo (dioses extraños) para abrazar al Dios único y verdadero.

Amor. Quien fue pobre, con el pescado para cada día, nunca olvidó su procedencia. Supo que el Evangelio era ofrenda del “Jesús rico” (en misericordia, paz, consuelo, salud…) a todo necesitado de respuestas.

Esfuerzo. Su salto hasta nuestro continente no estuvo exento de dificultades. La historia no nos señala demasiadas pero, quien se afana en lo bueno, a la fuerza le ha costar y mucho. El cristianismo es pelea, el lío, es creatividad, es salir de nosotros mismos, es desinstalarse y –sobre todo- es trabajar sin desmayo.

Que, como el apóstol Santiago, sepamos sembrar la semilla del amor de Dios e indicar el Camino de Cristo con nuestro deseo de comunicar y expresar nuestra fe a cuántos nos rodean. Sin imposiciones pero con convencimiento. Sin violencia pero con constancia. Sin timidez y con persuasión. Sin miedo y conscientes de que, el anuncio de Jesucristo, implica y trae consigo incomprensión, enojo, traición y hasta sufrimiento.

No olvidemos que, uno de los pilares fundamentales de la primera evangelización que nos trajo Santiago Apóstol, fue precisamente el que a nosotros nos falta y más nos hace falta: el testimonio de la fe.
¡FELIZ DÍA DE SANTIAGO!