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Oración: Acordaos, oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra presencia Soberana. Oh, Madre de Dios, no desechéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente, Amén.
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 4, 43-54
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Reflexión: Este episodio es programático de toda la actividad de Jesús con el hombre. En esta perícopa aparece un hombre que ejerce autoridad, es un extranjero, además de pagano, y pertenecía al poder de ocupación. Entre el funcionario y el enfermo hay una relación de sangre: es su hijo. El funcionario busca a Jesús movido por la necesidad sin manifestar ninguna relación con él. Su hijo tiene una enfermedad grave, está para morir. Le pide que baje en persona y le cure. Lo busca atraído por su «poder», nos descubre su mentalidad, ¿y la nuestra?
Jesús le dice:— como no veáis signos y prodigios, no creéis.Está frente a Jesús, con su angustia. ¿Qué llegó a ver en él además de su poder? Jesús no necesita bajar a Cafarnaún. Jesús le habla de comunicar vida con su palabra creadora, vida definitiva: —Anda tu hijo está curado.
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se pone en camino: ¿Qué ha pasado en este hombre? ¿Ha cambiado su visión de Jesús ante Jesús mismo? Ha abierto en su ser el poder de la fe en Jesús.Ahora puede bajar a Cafarnaún. Le guía la fe, la fuerza que emana de la persona de Jesús. Creyó él en Jesús y llevó con su fe, a toda su familia, a Jesús.
Jesús se admira ante la fe de hombres y mujeres que creen en Él. La fe nos abre a la existencia de un Dios personal, la fe permite a Dios mostrar en nosotros su propio poder. Es el camino del Evangelio que recorremos durante toda nuestra vida para amanecer un día en la luz de la resurrección.
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Pedimos la gracia que deseamos presentar al Señor por intercesión de la Virgen de Los Milagros…
Virgen de Los Milagros Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, Vida, esperanza y dulzura, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, Madre de Dios y Refugio nuestro, ruega por nosotros.
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