Santuario Nuestra Señora de los Milagros

HOY CONTEMPLAMOS…

(J. Leoz) 1.“¨Tú ves lo que quieres”.bartimeo

Así de claro y conciso se dirigía un profesor a un alumno incapaz de asimilar algunas cuestiones de astronomía. Y es que, para ver algunas estrellas, primero es preciso y esencial creer en que, más allá de nosotros mismos, existen todas ellas.

Es importante para ver, creer. O por lo menos, para ver en cristiano, es necesario ante todo pensar y creer en cristiano. El ciego que nos trae el Evangelio de este domingo fue a por todas, creía sin ver y viendo en su interior creyó: ¡QUE PUEDA VER! Podría haber pedido algo tangencial pero sin luz. Bienestar pero sin vista. Placer pero sin mirada. Sueños pero sin amaneceres. El ciego, ante Jesús, tuvo clara una cosa: quería ver por fuera al que, de antemano, ya veía por dentro, a Jesús.

2.Estamos a punto de culminar el Sínodo de la Familia en Roma. Y, en algunas de las conclusiones de los tres apartados  del instrumento de trabajo, se venía a decir algo que es verdad: “La familia ha dejado de ser transmisora de la fe”. Es verdad. Hoy la familia cristiana no ve ni siente, en sus entrañas, lo que luego quiere  o pretende que sus hijos crean y vivan el día de mañana. ¿Ya quieren ver con los ojos de Cristo? ¿Ya quieren sentir, nuestras familias que se dicen cristianas, con el corazón de Jesús? ¿Ya se rigen, nuestras familias, con los parámetros del Evangelio o –tal vez- piensan que ya están salvadas con el chapuzón bautismal?

Reto y grande: que las familias descubran por dentro la belleza de la fe. Sólo entonces, como el ciego del domingo que nos ocupa, podrá decir con toda su verdad y fuerza: ¡SEÑOR QUE PUEDA VER! Mientras tanto, sino, la familia verá lo que quiera ver y, especialmente, lo que el mundo le presente en el inmenso escaparate relativista.

3.Bartimeo no se anduvo por las ramas (como a veces acostumbramos nosotros desde el árbol de la fe) y tiró de frente a la diana que, aún sin verla, sabía que estaba en frente: Cristo. Quiso ver y, con eso, se conformaba. Para él, el ver, era lo que le preocupaba y lo que le limitaba muchas de sus funciones y lo que le impedía ser considerado (pues la enfermedad era considerada como castigo divino) o incluso saborear el contraste de mil colores del mundo.

Hoy nos encontramos en un escenario un tanto contradictorio en la vida de muchos cristianos: vemos pero no vemos. Decimos tener a Cristo pero nos cuesta manifestarlo públicamente. Afirmamos sentirlo pero, a la hora de la verdad, lo silenciamos en los ambientes en que nos encontramos. Entre otras cosas por una razón fundamental: NO LO ACABAMOS DE VER CLARO. Y cuando las cosas no se ven con claridad hay miedo a confiar en ellas o, por lo menos, a dar la cara por lo que es turbio o aparece nublado en el horizonte de nuestro vivir.

Que el Señor, en este domingo, nos envíe al Espíritu Santo e intervenga en las cataratas espirituales que afecta a nuestro viejo Occidente. Que el Señor, que nos observa por dentro y por fuera, haga que nuestra mirada cristiana sea nítida y con ganas de saber y comprender que Él es que nos da la salud psíquica, física y espiritual.

Muchos de nuestros problemas internos y externos se deben precisamente a eso: a una debilidad espiritual. Y, esa debilidad espiritual, viene marcada porque nos empeñamos en andar como ciegos cuando con, el Evangelio en la mano, podríamos avanzar con la luz de la fe.