La fiesta de la Presentación del Señor en el Templo.
Podríamos afirmar que: Navidad, Epifanía y la Presentación del Señor
son tres aspectos importantes sobre los que se constituye el relato de la Navidad de nuestro Señor.
Quizás nosotros, los cristianos de occidente, no estamos acostumbrados a “prolongar” la Navidad hasta este día pero, podemos afirmar que la Presentación del Señor es una fiesta celebrada desde antiguo por los cristianos de origen oriental con el nombre de “la fiesta del Encuentro” (Hypapante): destacando así un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo y viene a rematar estos días en que la Iglesia celebra el Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. La peregrina Eteria, cuenta esto en su famoso diario añadiendo el interesante comentario de que se «celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma»‘. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. A finales del siglo VI, como muy tarde a principios del siglo VII, ya se introdujo en Roma asociándola con una procesión de las candelas.
San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él: un par de tórtolas o dos pichones.
Aunque esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra un misterio de nuestro Señor. Por este motivo, con la revisión del calendario litúrgico de 1969, se cambió el nombre por el de «La Presentación del Señor» ayudando, de esta forma, a calibrar bien la naturaleza de esta fiesta.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como «luz para iluminar a las naciones y gloria a tu pueblo, Israel».
FELIZ DÍA A TODOS LOS CONSAGRADOS…
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