En la naturaleza muerta se percibe a menudo una estructura religiosa o moral escondida detrás de la imagen, sólo aparentemente sencilla. “Un florero o una mesa puesta”, recuerda la autora, “podrían ser sólo lo que parecen, expresando sencillamente el aprecio estético por los colores y las formas o, a lo sumo, el status del comitente. Pero, a menudo, algunos elementos y asociaciones nos hacen intuir un significado espiritual distinto, hoy quizá más difícil de comprender que en el pasado”.
“El gran éxito de las Stilleben (naturaleza muerta) en el área flamenca, tanto católica como protestante, está también vinculado a la exigencia de expresar la res mystica en una área donde estaba prohibida la visión tradicional del arte sacro” después de la Reforma protestante.
“Con la naturaleza muerta se podían satisfacer las exigencias tanto de una clientela culta, profundamente religiosa, que aún necesitaba de un medio con el cual poder representar la realidad religiosa, espiritual y mística sobre las que meditar, como la de los críticos reformados más extremistas, para quienes la representación literal y tradicional de la historia de la salvación era algo a evitar. Esta doble posibilidad ofrecida por la pintura ilusionista de la Stilleben era completamente comprensible para el público católico y esto explica cómo muchos de los primeros clientes católicos fueron precisamente cardenales y obispos, como en el caso del cardenal del Monte que encargó a Caravaggio la famosa Canestra di frutta (Cesta de fruta) – hoy en la Ambrosiana de Milán – para regalarla al cardenal Federico Borromeo”.