Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO…

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Domingo XXX tiempo Ordinario ciclo A.

Evangelio según Mateo 22, 34-40 En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a
prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo:
«“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

Palabra del Señor

Reflexión Los cristianos, a diferencia de otras formas de pensar y sentir, creemos firmemente que el Dios revelado en Jesús no es un Dios indiferente, ni impasible, ni lejano, siempre de viaje en lejanas galaxias. Nuestro Dios está siempre en movimiento junto a nosotros porque desde el principio de la Historia ha acompañado y sigue acompañando a esta humanidad que sigue peregrinando entre luces y sombras en busca de su verdadera identidad, de su plena dignidad, de su completa humanidad, de su plenitud de existencia… de su autenticidad de ser cuya meta es ser en plenitud hijos de Dios.

A diferencia de lo que ocurría entre los dioses y héroes griegos y romanos, que se desentendían de los asuntos humanos mientras se entregaban caprichosamente a orgías y placeres, o las divinidades aztecas y mayas, siempre sedientas de sangre humana, el Dios cristiano desde el comienzo de la creación ha querido manifestarse como principio de misericordia y amor desinteresado. El comportamiento histórico de Jesús: desde el pesebre a la sepultura, desde su ser engendrado hasta su resurrección, desde el principio de los tiempos hasta que se produzca la consumación, ha sido el mostrar al Padre. Eso le dijo a Felipe: quien me ha visto a mí ha visto al Padre.

San Mateo sitúa el relato evangélico de la obligación del amor a Dios y al prójimo en el Templo de Jerusalén, en el lugar religioso más sublime y santo para un judío del tiempo de Jesús. Era el lugar del sacrificio, del perdón, del encuentro, la morada que Dios se había elegido, el santuario por excelencia, allí estaba el verdadero sagrario, allí se conservaba, en el lugar más sagrado y santo, el código de la Alianza, el pacto entre Dios y el pueblo. Fue en el Templo donde Jesús declaró que el amor es el principio y fundamento de la verdadera religión. Sin amor la ley y los preceptos se vuelven tiranía, sin amor nada seríamos, es decir, no seríamos humanos (una persona inhumana es aquella que no conoce si sabe del amor), sin amor todo se vuelve oscuro, estéril, vacío. El amor a Dios que no sea al mismo tiempo amor al prójimo (sobre todo a los más necesitados) es un fraude, un engaño, una mentira.

Decía San Agustín: Ama y haz lo que quieras. Quien ama no puede sino cumplir la Ley entera. La plenitud del ser, de la existencia, es amar y hacerlo de corazón, con entrega total, con lo que cada uno es, con lo que somos. Dios, en Jesús, se entregó a nosotros totalmente por puro amor y por este mismo amor nos dejó su Palabra para que alcancemos nuestro consuelo. ¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo!

Dios te bendice oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.