Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO…

Hoy es Domingo V Pascua. La Palabra de hoy nos hace caer en la cuenta de una necesaria disposición interior para acercarnos al Señor, para saber dónde se encuentra, para reconocerlo y para, finalmente, permanecer en él.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 1-12: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».

Reflexión: La Iglesia navega hoy en día en medio de un turbulento mar de relativismo. Quien asume esta «actitud que está de moda no reconoce nada como definitivo y sólo deja como última medida el propio yo y sus ganas» (Card. Joseph Ratzinger, Homilía en la Misa por la elección del Pontífice, 18/4/2005). Es evidente que hoy son muchos los que adhiriéndose sin más a esta actitud de moda sostienen y afirman como verdad incuestionable que no existe una verdad sobre Dios y sobre el hombre, que todo es relativo y que por tanto cada cual puede tener “su propia verdad”, siendo “mi verdad” tan válida o verdadera como “la verdad” de otro aunque la una y la otra se encuentren en absoluta contradicción.

Esta actitud relativista ciertamente no es nueva. También la mostró Pilato cuando se encontró ante Aquel que dijo de sí mismo: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad». Pilato, al escuchar tal afirmación, sin querer indagar más y manteniéndose escéptico ante la posibilidad de poder conocer la Verdad, finalizó el diálogo con una pregunta que en realidad no buscaba respuesta alguna: «¿Y qué es la verdad?» (Jn 18,37-38).

Por ese mismo relativismo se afirma asimismo que “todas las religiones son iguales” y que mal hace el catolicismo en afirmar que posee la verdad y quiere “imponerla” a los demás. Califican esta pretensión como un intolerable atentado a la tolerancia, y con actitud intolerante buscan imponer a todos “su propia verdad”, a saber, que “la verdad” es que “no existe la verdad”, y que por tanto que todo es relativo.

Ante el relativismo imperante se alza hoy nuevamente la firme voz del Señor que nos dice: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6). Su afirmación es absoluta: Él no es una verdad o un camino más entre muchos; no hay otras verdades, no hay otros caminos, no hay otro modo de llegar al Padre y alcanzar la Vida. Él para esto ha sido enviado: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).

En una época de tanto relativismo, resaltar la Verdad es esencial. Porque le creemos a Cristo, creemos que Él es LA VERDAD, no una más entre tantas verdades todas igualmente verdaderas entre sí, sino LA VERDAD. Por lo mismo, creemos que Él es «luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9) y por eso no podemos dejar de hacer de Él nuestro Camino cada día y de anunciarlo a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, ya sea por miedo de ofender la sensibilidad de algunos o por ceder a la tiranía de lo “políticamente correcto”. Anunciamos a Cristo no porque nos creemos dueños de la verdad, sino porque la Verdad que es Cristo nos ha alcanzado, nos posee y porque somos sus servidores. Esa verdad no se la imponemos a nadie, pero tampoco podemos dejar de anunciarla, no podemos esconderla debajo de un celemín. Porque Cristo es la Verdad que nos ha iluminado, y porque Él ha venido a liberar a todo ser humano de la esclavitud del pecado y de la muerte, sentimos la urgencia de anunciarlo a cuantos podamos, a tiempo y destiempo.



Oración: «Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animados con esta confianza, a Vos también acudimos, ¡oh Virgen, Madre de las Vírgenes!, y, aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amen».

Virgen de Los Milagros, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, consuelo del afligido y refugio del pecador, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, Vida, dulzura y esperanza nuestra, ruega por nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre De Dios…

Dios te bendice…* pidamos al Señor la gracia de buscar y comprometernos, siempre, con la Verdad… “Señor Jesús, disipa el escepticismo que me hace dudar tantas veces de tu doctrina y de tu persona; desenmascara la falsa tolerencia, de medias verdades y mentiras, dame acierto en las palabras, par que con respeto exquisito, no deje nunca de ofrecer tu Luz. Sin ti todo es oscuridad; sin tu luz, los “iluminados” de la pilitica, del poder, de los mas media atrapan en sus ratoneras a la opinión pública. Señor Jesús, confío en ti”.

Eucaristía desde el Santuario: