Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
DOMINGO de PENTECOSTES.

Evangelio según Juan 20, 19-23 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor

Reflexión. La unión con Jesús, que el Espíritu Santo nos proporciona, tiene como consecuencia ir haciendo de nosotros seres libres, partícipes de su propia libertad. Más de Dios, más hermanos. Vamos siendo cada vez más “espirituales” y menos “carnales”, en términos bíblicos.

La “carne” es simplemente nuestra condición natural, que nos reduce a nuestra pequeñez física y nos encierra en nuestra medianía o en nuestra malicia moral; el “espíritu” es lo que hace de nosotros personas íntegras y expansivas, capaces de afrontar los desafíos de la vida y de la sociedad y de ir configurando paulatinamente la imagen inicial que Dios plasmó en nosotros al crearnos.

“Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley”, dice san Pablo. No porque nos convirtamos en unos libertinos, sino porque, bajo esa guía, la ley se queda corta para encauzar nuestra vida. “Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne, con sus pasiones y deseos”, y esa “crucifixión” ha culminado, como la de Jesús, en una resurrección que triunfa de todo lo mediocre y mortecino.

El Apóstol enumera una larga serie de “frutos del Espíritu”. Presididos por el amor, se oponen a las “obras de la carne” y hacen del cristiano alguien que contagia alegría, que construye la paz en el mundo, que acoge a todos con generosidad, que realiza su trabajo con honradez, que está siempre disponible para los demás,… “Contra esto –dice Pablo- no va la ley”. Nuestro modelo a seguir es Jesús, bajo la acción del Espíritu.

Tengamos los ojos fijos en Él para no distraernos en el camino y perder el tiempo en cosas que no pueden colmar nuestro anhelo de felicidad.

Ven Espíritu Divino, infunde en nosotros la fuerza para ser fieles discípulos de Jesús. Amén.

¡Cristo ha resucitado, Aleluya!

Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.