Santuario Nuestra Señora de los Milagros

DOMINGO 2 NOVIEMBRE

CONMEMORACIÓN FIELES DIFUNTOSdifuntos

Si ayer celebrábamos los santos hoy tenemos en nuestra mente a todos los difuntos. Queremos recordarles orando por ellos para que puedan gozar de la dicha del Señor en la Vida verdadera. Teresa de Lisieux poco antes de morir decía: “No muero, entro en la vida”. Creer en Jesús es encontrarse con la persona que es el camino, la verdad y la vida. Cuando uno ha empezado a vivir la vida de Jesucristo se da cuenta que esa vida no puede terminar nunca. Es una vida que brota del amor de Dios y el amor no muere. “Amar a alguien significa decirle: para mí tú no morirás nunca” (G. Marcel). Eso es lo que Dios y Jesús me susurran al oído cada vez que renuevo mi fe en ellos. Nuestro Dios es el Dios de la vida en el que tenemos vida eterna, vida que no termina (Juan 6,37-40).

En esta Fiesta de Todos los Fieles Difuntos pensamos en el segundo tomo de nuestra vida. Sí; porque –el primer tomo- es el que estrenamos, leemos o emborronamos aquí y ahora. Pero después de nuestro paso por esta tierra, que es como una breve marcha con pequeños accidentes que son inscritos en el libro de cada persona, nos queda todavía por firmar la segunda parte: el tomo de la eternidad. Allá, prólogo e índice, lo inicia y finaliza Dios. Por ello mismo, porque ese segundo tomo de nuestra existencia (que es la vida en el cielo) nos queda por trazar, sería bueno que este día de difuntos rezásemos por aquellos que se marcharon.

-Que Dios, si en algo fallaron, utilice la gran misericordia que se nos narra en la parábola del Hijo Pródigo

-Que el Señor, si por algo ensuciaron su vida, levante del suelo a nuestros seres queridos como Cristo lo hizo con el rostro de la mujer arrepentida del Evangelio.

-Que el Padre, si en algo no estuvieron a la altura de las circunstancias, los siente a su mesa como el mismo Jesús acogió en su apostolado a gente que, antes o después, le negaron o le traicionaron.

–Que esta fiesta de Todos los Difuntos nos anime a vivir con esperanza y, sobre todo, a saber que estamos llamados como nuestros seres queridos fallecidos a morir también con la misma esperanza de los hijos de Dios. Perder no vamos a perder nada. ¿Y ganar? Ni más ni menos que el segundo tomo eterno de nuestra existencia en Dios. Que descansen en paz