La universalidad de la Iglesia la queremos visualizar en la flor “iris”.
Los entendidos aseguran que es una especie que igual se desarrolla
en las cumbres como en los llanos, en los ríos o en los lugares más áridos.
María nos invita, en este mes de mayo, a no perder el horizonte de nuestra fe universal.
A estar en comunión con miles de hermanos nuestros que creen en lo mismo que nosotros,
que celebran el amor que Dios les tiene, que cantan con gozo, aún en diferente idioma, el Aleluya de la Pascua.
La Iglesia, que es la gran familia de los hijos de Dios, se siente unida por la fuerza y el vínculo del Espíritu Santo.
Se fortalece por la Eucaristía.
Se orienta por la Palabra de Dios.
Se sostiene por la Gracia de la oración.
Dejamos la flor “iris” ante la Virgen y…nos vamos con la sensación de que nuestra familia es grande, santa, perfecta y pecadora a la vez. Que Pentecostés derrame sobre todos nosotros el DON DE ENTENDIMIENTO para comprender los Misterios de Dios.
“Cuando uno entra a una iglesia es él mismo pero, cuando sale, sabe que no está sólo” (Anónimo)