Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO…

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Alcanzamos ya la segunda mitad de nuestro camino de Adviento, el Señor ya está cerca, por eso este tercer domingo es el Domingo “Gaudete”, un día en que tenemos muy presente la alegría del Evangelio.

Evangelio según San Mateo 11, 2-11 En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
Jesús les respondió:
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”.
En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».

Palabra del Señor

Reflexión Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo. Estas son las palabras del recordado Papa Benedicto XVI que pronunciaba en España en el año 2010, que hoy, al leer la primera lectura del profeta Isaías, resuenan con fuerza expresiva.

“Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios”. ¿Pero cómo será esto si no podemos ver a Dios, al Padre y al Hijo y al Espíritu cara a cara? ¿Cómo observar esta belleza del Señor?

Sencillamente desde la participación que como seres creados tenemos cada uno de nosotros y la realidad entera en la belleza de Dios.

Es decir, aprendemos a observar los destellos de la belleza de Dios desde la belleza de sus criaturas y de su creación. Este conjunto de creación y seres humanos nos revelan los reflejos de la gloria de Dios y nos revelan la belleza del Reino de Cristo.

Pero hay un paso más que habremos de dar en nuestra percepción de lo bello…. Y es que para el profeta como para Jesús en su existir histórico, la belleza de Dios, la belleza de su Reino pasa por la liberación de aquello que afea la realidad humana: los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan, se fortalecen los corazones, los leprosos quedan limpios y a los pobres se les anuncia la buena nueva. No podemos olvidar que estas limitaciones, que cita la Palabra de Dios por boca de Isaías o de Jesucristo, situadas en el contexto histórico del evangelio nos revelan incluso algo más: cojos, ciegos, leprosos, pobres… eran los excluidos de la sociedad, los marginados… y lo que es peor, en muchos casos lo eran no solo por su condición limitada sino también por su propia fe que les consideraba castigados por Dios. ¿Quiénes son hoy en nuestras sociedades los marginados, los olvidados, los ninguneados…para los que la venida del Señor ha de ser liberación? ¿Seguiremos nosotros poniendo trabas a la gracia de Dios que viene a redimir al que sufre, al que esta solo, al no aceptado?

Anunciar, ver, oír, andar, resucitar, anunciar…. Verbos que configuran el mensaje de Jesús para Juan y que revelan el dinamismo que lleva consigo la venida de Jesús.

El reino de Dios se hace realidad como acción constante que renueva la vida haciéndola adquirir el mayor de los esplendores.

En definitiva vivir desde esta dinámica liberadora del Reino de Dios como don y belleza que viene a reconciliar, sanar, restaurar la original condición humana querida por Dios, supone también un ejercicio de corresponsabilidad con el otro que vive a mi lado.

En este sentido la carta de Santiago nos invita a ser pacientes con el otro y sus tiempos, nos invita a no convertirnos en jueces del prójimo cuando ni siquiera podemos serlo de nosotros mismos.

Es la invitación a una mirada más profunda aprendida de la propia naturaleza…los tiempos del otro, de cada uno de nosotros son distintos pero juntos hemos de trabajar por el Reino de Cristo, juntos hemos de orar al Padre común y juntos alcanzaremos la salvación de Dios.

Vivir en Adviento, vivir desde la belleza y en su búsqueda, supone para el cristiano vivir atento a superar y a acompañar en la superación de aquello que afea la realidad. Dejándonos primero acompañar del Señor.

Vivir en Adviento supone vivir desde lo que nos une a unos con otros y no desde lo que nos separa.

Vivir en Adviento es vivir reconciliando lo separado para que de esta manera muestre al mundo toda la belleza del proyecto de salvación de Cristo para con los hombres.

Esta belleza que viene de Dios y de la que nosotros participamos, esta belleza que supone liberar al hermano de las heridas de la vida, esta belleza que reconcilia al hombre consigo mismo y con los demás, es un haz de luz que ilumina nuestro caminar en Adviento.

¿Seremos capaces de dejarnos alcanzar por la luz de Cristianos en? ¿Estamos preparados para comprender que nuestro ser Iglesia es ser pequeñas antorchas que iluminen el camino de la humanidad?

Nuestro ser y vivir en Adviento y como Iglesia nos urge a dejarnos convertir en luz para la humanidad, incluso cuando ser luz suponga ir gastándose, quemándose, agotándose por dentro para iluminar el camino.

Jesucristo fue luz para Juan el Bautista cuando estaba encarcelado: nosotros hemos de ser luz de Cristo unos para otros ante nuestros hermanos sufrientes o encarcelados, oprimidos o marginados, abandonados o ninguneados….

Luz que brilla en la noche, luz que nos permite caminar juntos al encuentro con Dios que se hace uno de nosotros cada Navidad.

Dios te bendice oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

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