Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO…

*En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo*.

Domingo XIII semana Ordinario.

*Solemnidad de San Pedro y San Pablo* Celebrar la solemnidad de estos santos apóstoles, Pedro y Pablo, es recordar y actualizar para todos nosotros la vinculación más directa y estrecha con el Señor Jesuristo que suponen sus vidas para nosotros como miembros de la Iglesia de hoy.

*Evangelio según San Mateo 16, 13-19* En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

*Palabra del Señor*

*Reflexión*: Siendo conscientes que somos un pueblo herido en su fe, ¿qué tiene que hacer la Iglesia en España? ¿Nos conformaremos con ser un grupo cada vez más pequeño o nos lanzaremos otra vez con el poder de la palabra y la unción del Espíritu Santo a la evangelización de España? Sigamos los ejemplos de San Isidoro de Sevilla, Santo Domingo de Guzmán, San Ignacio de Loyola, y los evangelizadores de América y Asia.

Ésta es hoy la palabra de vida: la misión de la Iglesia es evangelizar, hacer discípulos y perdonar los pecados, para que el encuentro con Cristo sea el encuentro con la vida eterna. Pero no se evangeliza con nuestros proyectos pastorales, sino sobre todo con la fuerza de la palabra, pues el que se conforma con jugar con los problemas o sentimientos de las personas podrá ser admirado, pero nunca imitado. Es tiempo, pues, de oración para no sucumbir ante los problemas y poder dar la vida de Jesucristo. El cristiano vive siempre en la tierra mirando el cielo, pues el que no espera la vida del más allá siempre lucha por una buena vida acá. En fin, si estamos llamados a evangelizar y a celebrar, necesitamos rezar, porque la palabra, que transmite la vida eterna, nace siempre de la contemplación y del ejemplo de la propia vida.

En la primera lectura, Misa de la Vigilia, tomada de los Hechos de los Apóstoles, 3, 1-10, nos sorprende la respuesta de Pedro y Juan al pobre paralítico, cuando entraban para rezar en el Templo la oración de la tarde: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda” (Hech. 3, 6). Sepamos que estamos obligados a dar a los hombres algo más que palabras; hemos sido enviados a dar a Jesucristo y su vida, que es salvación.

En la Misa del día, se proclaman Hechos de los Apóstoles, 12, 1-11, mostrando el poder de la Iglesia en oración incesante por Pedro encarcelado. “Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos” (Hech 12, 11). Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

Podemos afirmar que la predicación es fruto de la contemplación. Así en la segunda lectura, Misa de la Vigilia, se proclama Gálatas 1, 11-20, donde Pablo, aludiendo a su conversión, dice que la predicación la aprendió, no de hombres, sino por revelación divina. Con razón, la predicación es fruto de la contemplación, pues el poder de la palabra no es la razón, sino la gracia de Dios. En la Misa del día, Pablo, mirando lo que ha sido su vida, combatir manteniendo la fe, confiesa su confianza en que el Señor le hará justicia y le librará de todo mal, llevándole a la salvación de la vida eterna.

En el Evangelio, Misa de la Vigilia, la liturgia nos ofrece las tres famosas preguntas de Cristo a Pedro, ¿me amas? ¿Son tres preguntas en relación con las tres negaciones o en relación con el dar la vida por las ovejas que es lo propio del pastor que glorifica a Dios? Pedro, preocupado, dice: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. La vida cristiana es sobre todo vida de amor, que nace de la fe, o seguimiento de Cristo con la cruz, pues no hay otro modo de seguir a Jesús.

En la Misa del día, el evangelio nos presenta la pregunta decisiva sobre quién es Jesús y la confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y entonces Cristo le declara: “bienaventurado eres tú, porque esto no te lo ha revelado la carne, sino mi Padre que está en los cielos”, y le promete que sobre él edificará su Iglesia, dándole las llaves para que lo que ate en la tierra quede atado en el cielo y lo que desate en la tierra quede desatado en el cielo.

En definitiva, vivamos con esperanza y fidelidad como lo hicieron san Pedro y san Pablo a pesar de las debilidades de uno y de otro. Hace apenas unas semanas hemos estado tan pendientes de la despedida del Papa Francisco y de la elección del nuevo Pontífice, el Papa León XIV. El interés mostrado por los diversos medios de comunicación ha contribuido, no poco, a esta expectación a escala mundial. Hoy, que hemos vuelto a la normalidad en la vida de la Iglesia, este interés de los primeros cristianos por la situación de Pedro ha de mantenernos también a nosotros atentos en la comunión y en la intercesión por su actual sucesor al frente del Pueblo de Dios.

Quisiéramos vibrar siempre en oración por las necesidades y proyectos del sucesor de Pedro, para que sea siempre fiel a su servicio de guiar a la Iglesia por la Verdad y la Unidad, realidades tan queridas por el Señor Jesucristo.

Cabría preguntarnos si es así nuestro interés y súplicas por el sucesor de Pedro al frente de la Iglesia, como el que mostraron nuestros hermanos en la fe en el inicio del caminar de la comunidad creyente cristiana por la historia en un contexto de incomprensión y hostilidad que, de alguna manera, siguen también presentes en no pocos lugares en el momento presente.

El servicio de Pedro de fidelidad al Señor y de comunión con Él y entre cuantos creemos en su Nombre, y el ímpetu evangelizador de Pablo, infatigable hasta desgastarse por Cristo, sean para nosotros, y para nuestros días, dos grandes acicates en nuestro compromiso cristiano.

Que inspirados por Pedro y Pablo, roca y fuego de Cristo, nos conceda el Señor mantener de forma plena nuestra confianza en Él, y buscar caminos y actuaciones para darle a conocer en el mundo de hoy.

*Dios te bendice* oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *