Santuario Nuestra Señora de los Milagros

Año Nuevo. Año del Señor 2022. Felicidades.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy Sabado Octava Navidad * Santa María, Madre de Dios* Año Nuevo. Año del Señor 2022. Felicidades.

San Lucas 2, 16-21 En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor

Reflexion Celebramos hoy la fiesta de María, Madre de Dios. Lo que ya reconocía y vivía el pueblo llano-cristiano, el Concilio de Éfeso (431), lo proclamó solemnemente como una verdad cristiana. El razonamiento es bien sencillo. Si Jesús es hombre y es Dios, María, su Madre, es madre de toda la persona, no solo de una parte. Es pues, Madre de Dios.

Podemos sospechar, con buen fundamento, que María necesitó tiempo para asimilar su maternidad divina. Fue poco a poco calando y viviendo esta verdad. Estaba ante un gran misterio, y todo lo que rodeó el nacimiento de Jesús no parecía indicar que fuese el nacimiento humano de Dios. Para empezar, no encontraron sitio ni en la posada del pueblo, y todo un Dios tuvo que nacer en una cuadra, no en un palacio real. Los pastores encontraron al niño “acostado en el pesebre”. El Todopoderoso, el Soberano Dios, cuando se hace hombre, nace rodeado de debilidad, pasa sus primeras horas en un pesebre. Dios no elige para ser madre de su Hijo a una mujer de familia muy acomodada, digamos de la alta sociedad, elige una sencilla joven de una aldea perdida de Galilea. No es de extrañar que María, ante estas aparentes contradicciones, ante estos chocantes acontecimientos, como dice el evangelio de hoy “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Creo que es una frase que las buenas madres entendéis a la mil maravillas. ¡Cuántas veces ante antes vuestros hijos, ante lo que hacen, lo que viven, ante sus idas y venidas, ante su actuación con vosotras… hacéis lo mismo que María ante su hijo y “conserváis todas estas cosas, meditándolas en vuestros corazones”!

María está a gusto con que la veneremos, y acudamos a ella porque es también nuestra Madre. Al acudir a ella nos brinda una ilusión, su misma ilusión. Desde que Dios le ofreció ser madre de su Hijo, y ella aceptó, su gran ilusión fue dejar nacer en sus entrañas a Jesús. Salvando las distancias, nos pide que también nosotros dejemos nacer a su Hijo Jesús en nosotros. En esto consiste ser cristiano. San Pablo nos habla en todas sus cartas de que el cristiano es el que vive un “vida nueva”. Esta vida nueva proviene de dejar nacer a Cristo en nuestros corazones, para que tengamos sus mismos sentimientos, sus mismas ideas, sus mismos proyectos, sus mismos anhelos, sus mismos amores, su mismo futuro… María nos pide que realicemos en nosotros el proceso de cristificación, de parecernos cada día más a Cristo su hijo, porque sabe que vivir como Cristo vivió es la mejor manera de vivir la vida humana. Acojamos la ilusión que María nos brinda. No matemos esta ilusión. Ya está bien de matar ilusiones. Que podamos decir: “Ya no soy yo quien vive es Cristo quien vive en mí”. María es la Madre de Dios. También por nosotros corre sangre divina, podríamos decir, la vida divina, por eso, somos “hijos de Dios”.

_* Dios te bendice…* Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaria, Gloria.