Santuario Nuestra Señora de los Milagros

Virgen de Fatima

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy es Jueves VI Semana de PASCUA Nuestra Señora de Fátima.

San Juan 16, 16-20 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».

Palabra del Señor

Reflexión: Muy próximos a la celebración de la Ascensión del Señor meditamos hoy este pasaje del Evangelio de San Juan, que pone en nuestra alma un “clímax” de asombro ante las palabras del Señor Jesús: “dentro de poco… dentro de otro poco…”. Parece como si el Señor quisiera hacernos reflexionar para que no nos quedemos en la periferia de su mensaje: lo más importante, para nosotros, debe ser buscar tenerle a Él, hacer experiencia de Dios Uno y Trino para colaborar con Él en la salvación de muchas almas.

Dios nos ha creado por Amor, y para que este Amor, que recibimos de Él, lo demos a nuestros hermanos. El amor pone en nuestra alma el ambiente de la paz. Y, nuestra vida llegará a su plenitud, si la gastamos y la desgastamos por Dios y por los hermanos, amándolos hasta el extremo, como Él lo hizo y lo sigue haciendo desde el Padre, es decir, nuestra vida debe ser una entrega generosa y confiada a Dios y a los hombres.

Ésta debe ser la experiencia vital y diaria de todo “hijo o hija de Dios”, renacimos del santo Bautismo, y a ello debemos tender con insistencia hasta que llegue a ser realidad en nuestra vida.

El estar tristes o contentos no depende de nosotros, ni tampoco es lo más importante para nosotros. No debemos olvidar, por otra parte que, los momentos de confusión, de dificultad o de tristeza, son momentos para crecer en la fe y en la confianza, para amar más, para centrarnos en lo esencial. La tribulación y la perplejidad pertenecen a la experiencia de fe, pues la fe es un movimiento vivo del hombre.

No olvidemos nunca que el Señor Jesús mantiene su promesa: «Vuestra tristeza se convertirá en alegría», y, «esa alegría nadie os la quitará». En nuestra tradición cristiana existe una serie de testimonios de personas, que frente a los mayores peligros y tribulaciones, inmediatamente antes de morir a manos del verdugo, proclamaron que tenían el corazón henchido de gozo y de alegría.

¿Abro mi vida a la “Luminosidad de la vida futura”? ¿Espero el segundo “Dentro de otro poco?

_* Dios te bendice…* ¡”Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores”.