Santuario Nuestra Señora de los Milagros

MARTES II PASCUA

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 7b-15: En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó:
«¿Cómo puede suceder eso?».
Le contestó Jesús:
«¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».

Reflexión: El Evangelio de hoy nos sitúa en el diálogo con Nicodemo. Se plantea la continuidad de una ley que no puede salvar ( antiguo Testamento) frente a un nuevo nacimiento que dará lugar a una ley nueva. Es el dilema: o nos lanzamos a vivir la novedad del evangelio, que va más allá de toda norma, para situarnos en Jesucristo como la única Norma de vida para el cristiano, o no habremos entendido nada. Es lo que el evangelista plantea en los cuatro primeros capítulos de su Evangelio: Jesús lo renueva todo y todo se ha de interpretar desde él, que es camino, verdad y vida.

Se trata de permitir que se manifieste lo que Jesús ha realizado. Hablamos de lo que sabemos, es decir, el cristiano o habla desde la experiencia de la salvación realizada por Jesucristo o no tiene nada que decir. Y esto se conecta con la vida real. Con el momento presente. En medio de una situación excepcional como la que estamos viviendo, en la que la cuaresma y la Semana Santa han sido absolutamente diferentes. Todo ha tenido que ser replanteado y hemos sido urgidos a redescubrir lo más interior y valioso de la experiencia cristiana en su expresión popular. Quizás, otros años, estábamos más pendientes de lo «que luce», del exterior, del «quedar bien»… y dejábamos a un lado la vivencia de la Fe, la interioridad, el silencio, la vida cristiana, la oración familiar, la vivencia de los Sacramentos… Este año, como imposición de esta pandemia, nos hemos podido dar cuenta que nos falta vida interior, vida en la novedad del Cristo Resucitado. Y, hemos comprobado cómo el testimonio de la novedad surgida de la Resurrección de Cristo, nos lleva a estar más pendientes los unos de los otros y a procurar compartir lo que tan generosamente hemos recibido.

¿Cómo puede ser eso? Preguntó Nicodemo y la única explicación es: hay que nacer de nuevo. Esa es la novedad pascual: un nuevo nacimiento. Una nueva forma de ser que tiene como consecuencia una nueva forma de vivir, de verlo todo y de entenderlo todo. Y cuando esto ocurre, las situaciones se viven de otra manera. Es la solidaridad afectiva y efectiva. Es la substancia del “Amaos como yo os he amado”. Desde luego ya nada será igual. Pero no porque nosotros vayamos a hacer las cosas de modo diferente, sino porque la consecuencia de la Pascua marcó para siempre el sendero de la Humanidad. El ser humano es ya una criatura nueva. Y esa realidad tendrá que ser reconocida y asumida consciente y progresivamente. Las circunstancias de la historia de la humanidad no van a ser indiferentes, sino que en ellas nos tocará imprimir el sello de la novedad pascual. Es el testimonio de la resurrección.

¿Creemos nosotros eso? ¿Nuestra vida está marcada por la luz de la Pascua? ¿Somos testigos de la Resurrección? ¿Buscamos la «gloria de Dios» en todo lo que hacemos, vivimos, decimos… o nuestro propio lucimiento?

Oración: «Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animados con esta confianza, a Vos también acudimos, ¡oh Virgen, Madre de las Vírgenes!, y, aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amen».

Virgen de Los Milagros, Madre De Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.

Virgen de Los Milagros, consuelo del afligido y refugio del pecador, ruega por nosotros.

Virgen de Los Milagros, Vida, dulzura y esperanza nuestra, ruega por nosotros.

Ruega por nosotros, santa Madre de Dios…

San Juan Gabriel Perboyre, C.M.

Oh Virgen de Los Milagros, de Ourense, joya preciosa intercede por nosotros, Virgen Madre, Virgen Madre, Milagrosa…

Eucaristía desde el Santuario: