Santuario Nuestra Señora de los Milagros

HOY CELEBRAMOS…

Juan Gabriel Perboyre, el mayor de ocho hijos, nació en el año 1802, en la granja de su padre, en Le Puech, cerca de Montgesty a unos 113 kilómetros al norte de Tolosa. Su tío, Santiago Perboyre, era Paúl que había sobrevivido a la Revolución francesa y abrió un colegio para niños internos en Montauban. El padre de Juan Gabriel deseaba que su segundo hijo, Luis, tuviera algunos estudios más de los que se ofrecían en la escuela local. Decidió pues enviarle a la escuela de Santiago, en Montauban. Al ser el hijo mayor, Juan Gabriel iba a heredar la granja, por lo que no se consideraba necesario para él nada más que los estudios primarios. Pero, como Luis tenía sólo nueve años, su padre decidió enviar a Juan Gabriel, de catorce años, a Montauban, para acompañarle desde Noviembre hasta Pascua. Después de esto él sería necesario en casa, en la granja.

Cuando su padre llegó a Montauban, para llevarse a Juan Gabriel a casa, se encontró con una inesperada recepción. Los profesores habían sugerido al tío Santiago que Juan Gabriel debería continuar sus estudios y entrar en el seminario mayor. Santiago comunicó esta sugerencia a su hermano y a su sobrino; esto causó una gran sorpresa a ambos. Cuando su padre se marchó Juan Gabriel tuvo tiempo para reflexionar. El 16 de Junio de 1817 escribió así a su padre:

Mi querido Padre:

Después de irte, he reflexionado sobre la proposición que me habías hecho de estudiar latín. Pedí al Señor que me ayudara a ver qué estado de vida debía elegir para ir con más seguridad al cielo. Después de mucho orar creo que el Señor quiere que elija el estado eclesiástico, por lo que he empezado a estudiar latín pero con la intención de dejarlo si tú no estás de acuerdo con ello ….

El tío Santiago le proporcionó un sacerdote para que le diera clases particulares, quien más tarde le escribió: “Me lo confiaste para que le prestara una atención especial. He trabajado sobre una buena base y estoy maravillado de sus progresos…”. Trece años después de su muerte el obispo Juan-Enrique Baldus, C.M. escribirá:

Siempre he reconocido en él un espíritu muy profundo, capaz de tratar cualquier clase de temas científicos, filosóficos o literarios; creo que en su tiempo había pocos cohermanos que le igualaran en estas materias…

En el último año de colegio los Paúles predicaron una misión en Montauban. Juan Gabriel decidió entrar en la Congregación. Dado que durante la Revolución la Congregación había sido suprimida, en 1818 no había seminario interno en Francia. Se aceptó la sugerencia de su tío de abrirlo en su casa, en Montauban. Juan Gabriel fue recibido allí el 10 de Marzo de 1818, dos meses después de cumplir los 16 años, fue el primer seminarista en Francia después de la Revolución. Ese mismo año, algo más tarde, fueron recibidos otros dos seminaristas más. Durante el tiempo que permaneció en el seminario terminó sus estudios secundarios, después comenzó filosofía, a la vez que impartía clases en uno de los cursos inferiores. Juan Gabriel hizo los votos en 1820 y seguidamente fue a París para empezar sus estudios de teología. Su tío Santiago organizó el viaje de manera que pudiera ver a sus padres, por primera vez desde que había dejado su casa.

En Octubre de 1823 fue enviado a Montdidier, entre París y Amiens. La Congregación tenía allí un colegio para niños internos. Juan Gabriel se encargó de la clase inferior, que tenía ocho alumnos. En Abril de 1824 fue a París para ser ordenado sub-diácono y después volvió a Montdidier para enseñar filosofía. En Mayo de 1825 retornó de nuevo a París para ser ordenado diácono.

Este año obtuvo un “pasaporte interno” que ha llegado hasta nosotros. Juan Gabriel medía 1,65m de altura, pelo negro que le caía sobre la frente, las cejas castañas, ojos gris oscuro, nariz ordinaria, boca pequeña, barba negra, barbilla redonda, cara redonda, mejillas sonrosadas. Volvió de nuevo a Montdidier como profesor por un año más.

El 24 de Agosto de 1826 escribió a su padre.

En tu carta del 9 de Junio me reprochabas por no haberte escrito y me recomendabas, con firmeza y con cariño a la vez, que fuera un poco más diligente en este asunto. Después de esto no puedo buscar escusas por un nuevo retraso de dos meses. Sin embargo, diré en primer lugar que el motivo del retraso no es el olvido, porque desde que recibí tu carta creo que no ha pasado un sólo día sin pensar en ello. Puedo añadir que parte de la culpa debe echarse a la falta de tiempo. Para nosotros el día comienza normalmente a las 4 de la mañana y nunca acaba hasta las 9 o las 10, y dependiendo del quehacer nos obliga con frecuencia a prolongarlo hasta la medianoche. Sobre todo, cuando se aproximan las vacaciones el trabajo se duplica, como os pasa a vosotros durante el tiempo de recolección de la cosecha. Hace una semana empecé una carta al Padre Gizard y apenas la había comenzado tuve que interrumpirla y sólo hoy he podido continuarla de nuevo. Finalmente, mi querido Padre, fui retrasando mi contestación a fin de poderte decir si seguiré todavía en Montdidier otro año. Tenía alguna esperanza de ir a Montauban. El tío ha hecho grandes tentativas para tenerme allí, pero actualmente ya sé que no seré enviado. Parece cierto, sin embargo, que seré destinado y si se puede dar fe a los rumores que me han llegado, seré enviado a algún lugar cercano a Quercy. Sea como sea, te comunicaré mi nuevo destino antes de dejar París adonde iré dentro de quince días y de donde no espero partir hasta finales de Septiembre.

Mi querido padre, ya está determinado, no está lejano el día en que el Señor va a poner sobre mis hombros el yugo del sacerdocio; ese día será el más grande de mi vida. ¡Que felicidad si pudiera recibir el sacerdocio con todas las disposiciones necesarias! ¡Que fuente de gracias para mí y para los demás! La misericordia de Dios es inmensa al elegir ministros tan indignos; tú sabes lo poco que merezco este insigne favor. Te ruego pidas a Nuestro Señor que no permita que abuse de las gracias que Él tenga a bien concederme.

Dentro de un mes seré ya sacerdote, ya que debo ser ordenado el 23 de Septiembre.

El 23 de Septiembre de 1826 fue ordenado sacerdote en la capilla de las Hijas de la Caridad de la rue du Bac, París. Varias biografías señalan como fecha de su ordenación el año 1825, pero la carta de más arriba y otros varios documentos muestran que fue en el año 1826.

Juan Gabriel fue destinado a Saint Flour, a menos de 170 kilómetros de su casa, para enseñar teología. Poco tiempo después de su llegada escribió a su padre:

Estoy muy contento en mi nuevo destino. Parece que el clima de Auvergne no me será menos favorable que el de Picardía; mi salud no puede estar mejor. Llegué aquí hace unas tres semanas; ocupaciones muy importantes no me han dejado un solo momento libre para escribirte antes; espero que me perdones, como lo has hecho ya tantas veces.

Al final del año académico su tío intentó de nuevo llevarlo a Montauban, pero Juan Gabriel fue nombrado nuevamente para Saint Flour, aunque para un nuevo puesto. En una carta a su hermano Luis, que estaba por entonces en el seminario interno en París, Juan Gabriel describe su verano; Ha pasado doce días en casa, en la Puech, tres en Cahors, doce en Montauban, uno en Tolosa, cuatro o cinco en Carcasona o en Montolieu. El viaje fue largo en cuanto a las distancias, pero corto en tiempo, útil, agradable y no demasiado costoso.

Su nuevo trabajo fue la dirección de un colegio para niños internos que deseaban ser sacerdotes. Estuvo en ese cargo cinco años. Más tarde se le consideró como quien había dado una sólida base al establecimiento. Se conservan trece cartas de este período a su hermano Luis. En Mayo de 1828 recuerda a Luis que él está más ocupado de lo que Luis piensa. Tiene clases diarias, está “obligado en su calidad…. de ecónomo, etc…. a atender a todos y a todo, y por todas partes a la vez”. Si Luis recibe esta carta es porque Juan Gabriel ha descuidado un catarro y está en cama desde hace una semana…. Luis estudiaba entonces filosofía y le había sugerido un debate filosófico por correspondencia. Juan Gabriel le recuerda que ya no es profesor de filosofía, pero que puede debatir sobre gramática francesa y después ¡le hace la lista de todos los errores gramaticales de la carta de Luis!

Luis había dicho a su hermano que quería ir a China después de su ordenación. Juan Gabriel le sugiere que haga algún curso de medicina, ya que esta materia le será muy útil allí. Hacia el final de la carta dice:

No seas tan exigente conmigo. Si supieras como estoy no me tratarías con tan poca compasión. Aunque todavía no tenemos nada más que 100 alumnos estoy abrumado de trabajo. Estoy terriblemente cansado, tanto mental, como físicamente. No se en qué acabará un malestar general que tengo desde hace mucho tiempo y que está siempre progresando.

Más tarde escribe:

La quincena de Pascua, que para la mayoría de los sacerdotes es un período de mucho trabajo, es un tiempo de descanso para mí. Nuestros alumnos están de vacaciones. Yo tenía mucha necesidad de este momento de respiro. Creo que en los últimos seis meses no ha pasado un sólo día sin tener unos dolores terribles de cabeza, todos los miembros doloridos y mi sangre ardiente como fuego. No hay nada que me canse más que los detalles administrativos; nada mina más mis fuerzas que las preocupaciones.

Después no volvió a ver más a su hermano, ya que Luis, después de su ordenación se marchó a China y murió durante la travesía.

En su trabajo en Saint Flour, Juan Gabriel estaba influenciado por las teorías de Lamennais. En Agosto de 1832 las ideas de Lamennais fueron condenadas por Gregorio XVI y cuando al final de sus vacaciones de verano Juan Gabriel volvió a Saint Flour le esperaba una carta con el nombramiento como asistente del director del seminario interno de París. En una carta de esta época Juan Gabriel reconocía que había aceptado la decisión de la Santa Sede sobre Lamennais.

El director del seminario era un cohermano de los anteriores a la Revolución, de 65 años de edad. Al año siguiente había veinte seminaristas, por lo que Juan Gabriel tuvo mucho trabajo. Juan Gabriel fue también nombrado secretario de una sub-comisión encargada del estudio de los decretos de la comunidad anteriores a la Revolución.

Uno de los dos cohermanos ordenados con Juan Gabriel, era Juan Bautista Torrette que, fue enviado inmediatamente a China. En Marzo de 1834 Juan Gabriel le escribía:

Yo me hacía la ilusión de que podría unirme contigo más adelante, pero el precario estado de salud, y sobre todo mi indignidad, parece que excluyen para siempre esta bella ambición. Mi posición como director de novicios me permite compensarte ampliamente por haberte fallado yo; apoyaré todo lo que pueda las vocaciones que se manifiesten para la China.

Juan Gabriel envió a su tío Santiago la circular de Año Nuevo de 1835 del Superior General, de la que la cuarta parte estaba dedicada a China. Tres semanas más tarde le envió el fascículo 3 del Volumen I de los Annales de la Misión, también sobre China. Estos dos documentos reflejan el pensamiento de la Casa Madre en aquel tiempo. No es pues sorprendente que los pensamientos de Juan Gabriel también se inclinaran hacia China. Durante la última mitad de 1834 Juan Gabriel intentó ser enviado a China, pero el Superior General y su consejo insistieron en que su salud no era lo suficientemente buena. Finalmente, le preguntaron al doctor que dio el permiso. En Febrero de 1835 escribió a su tío:

Tengo una gran noticia que anunciarte. El Señor me acaba de conceder una gracia inmensa, de la que soy muy indigno. Cuando a Él le complació concederme la gracia de la vocación al sacerdocio, el motivo principal que me determinó a responder a su llamada fue la esperanza de poder predicar a los paganos la Buena Nueva de la salvación. Desde entonces no he perdido nunca de vista este fin y sobre todo, la idea de la misión en China ha hecho siempre latir fuertemente mi corazón.

Después de su muerte, Antonio-Francisco Peyrac, una vocación tardía, que era profesor de filosofía en Saint Flour antes de entrar en el seminario interno, le recordaba como Director:

El temple especial de su espíritu le llevaba a buscar la razón y el sentido de las máximas espirituales y de las prácticas de piedad en las profundidades de las verdades dogmáticas. Sentía también una atracción especial por los grandes maestros, Santo Tomás y San Buenaventura, por ejemplo; le agradaba igualmente M. Olier. El P. Perboyre tenía una santa habilidad para ganarse un alma, sabía esperar, ignorar, condescender con las enfermedades espirituales para curarlas más eficazmente; en su celo no había ni precipitación, ni brusquedad, ni amargura, llegaba hasta el fin sabiamente determinado con fortaleza, utilizando los medios a su alcance con dulzura.

En Marzo de 1835 se embarcó en el Havre con dos cohermanos, José Gabet y José Perry. Llegaron a la colonia portuguesa de Macao a finales de Agosto. En su primera carta desde Macao dice que había empezado a estudiar chino:

Creo que me costará bastante tiempo aprender este idioma; juzgando por las primeras apariencias, no tendré tanto éxito como los padres Gabet y Perry. Se dice que el Padre Clet lo hablaba con dificultad. ¡Ojalá pueda yo ser, hasta el final, como el venerable cohermano, cuya vida apostólica fue coronada con la gloriosa palma del martirio!

Justo antes de Navidad salió hacia el interior de China, un viaje de 600 millas por mar, y 600 u 800 por tierra. Llegó a su destino en la provincia de Honan a mediados de Agosto de 1836. En la semana de su llegada escribió doce cartas. En una de ellas a un compañero que sufría el mismo mal, le pedía “dos o tres bragueros para una hernia inguinal en el lado derecho”,…“ ya que no puedo resistir sin ella, incluso cuando estoy quieto”. La carta duodécima iba dirigida a su padre; la primera desde hacía dos años y medio. Escribe:

Si tenemos que sufrir el martirio será una gracia muy grande que Dios nos concede; es algo que se debe desear, no temer.

A pesar de sus declaraciones en sentido contrario, está claro que su salud era un problema manifiesto. En el otoño de 1836 estuvo gravemente enfermo. Ocho años después del martirio, el obispo Juan-Enrique Baldus, C.M. discutió un punto de la nota necrológica que Juan Bautista Etienne había escrito sobre Juan Gabriel. Etienne decía en la nota que Juan Gabriel se levantaba regularmente todas las mañanas a las cuatro:

Quiero hacer comprender que nuestro querido cohermano no se podía levantar a las cuatro sin grandes inconvenientes que le obligarían a no hacer casi nada en todo el día. Eso es lo que él me dijo. Así, aunque pueda ser muy edificante leer lo contrario en su Nota, creo que esto suscita dudas en aquellos que han conocido los hechos. Se pueden leer en algunos noticiarios, Anales de la Propagación de la Fe y los de nuestra Congregación, algunas declaraciones, tan alejadas de la verdad, que causan pena e incluso ponen sombras de duda sobre todo y disminuyen el fruto de la lectura.

En Diciembre de 1836 Juan Gabriel predicó en chino por primera vez, después comenzó su primera misión. Después de haber pasado más de un año en China escribió que quien no haya experimentado personalmente la realidad de la China no puede comprender los problemas de los misioneros. He aquí por qué sugiere que, en Macao y en París, debe haber siempre cohermanos con experiencia, que actúen de intermediarios entre los misioneros y la administración central.

Aunque había pedido claramente los bragueros para una hernia en el lado derecho, los que le llegaron eran para el lado izquierdo, e inservibles. Los correctos no le llegarían hasta Agosto de 1839: Llegaron dos juegos, ya que dos cohermanos, cada uno por su lado, los habían encargado. Él fue criticado por el gasto ocasionado y por lo que había escrito sobre la administración. Juan Gabriel pidió perdón, pero no se retractó en absoluto sobre la necesidad de tener en la administración, en Macao y en París, un cohermano con experiencia de la vida misionera en el interior de China.

Desde Septiembre de 1838 hasta Pentecostés de 1839 dio diecisiete misiones. Se suponía que debía hacer seguidamente una rueda de visitas a los diversos puestos misioneros, pero otro cohermano lo reemplazó “por compasión por sus pobres piernas”. Por esto en Septiembre de 1839 estaba en Koutchen cuando llegó una banda de soldados. Él estaba desayunando con José Rizzolati OFM y Juan-Enrique Baldus, C.M. Rizzolati y Baldus se salvaron yendo en una dirección, Juan Gabriel por el lado opuesto. Los soldados arrasaron la casa y la prendieron fuego accidentalmente. Al día siguiente Juan Gabriel fue encontrado en el bosque y arrestado.

Más tarde fue escrito un informe sobre su arresto por Evaristo Huc, C.M. En 1841 Baldus escribió a París y hace resaltar que el informe de Huc contenía muchos errores, que Huc no se encontraba en absoluto en la vencindad en el tiempo del arresto de Juan Gabriel. Huc dice que un catecúmeno se encontró con los soldados, que le dijeron que estaban buscando al sacerdote. Según Huc, el catecúmeno les preguntó cuanto pagarían por la información y ellos respondieron “treinta taels”. El catecúmeno señaló a Juan Gabriel. Baldus dice que esto no es exacto; los soldados asustaron de tal modo al hombre, que fue por temor por lo que traicionó a Juan Gabriel. Según Baldus la versión de Huc sobre el precio es “romántico y, al menos, muy exagerado”. Baldus trata también de esto en otro carta:

En segundo lugar, la entrega, o traición, tuvo lugar, no por dinero sino por miedo, ya que el supuesto traidor del Padre Perboyre había sido apaleado según los mensajeros de Houpé.

André Yang, C.M. confirma esto.

Al comienzo de su encarcelamiento Juan Gabriel fue tratado muy bien, por orden del mandarín. Más tarde, sin embargo, otro mandarín cambió esto, como el obispo Francisco-Alexis Rameaux, C.M. dice en una carta:

…fue interrogado y soportó todos los sufrimientos reservados para los peores criminales: se le obligó a arrodillarse sobre cadenas de hierro, sobre trozos de cascotes de loza rotos y apaleado de todas las formas posibles, haciendo que su carne cayera a tiras.

Esto está confirmado por Andrés Yang C.M., que consiguió hacerse pasar por un mercader que estaba estudiando el sistema penitenciario y pudo visitar al prisionero llevándole comida y confesándole. Muchos de los guardias de la prisión aseguraron a Yang que Juan Gabriel sería tratado bien.

El crimen del que fue acusado era claro: había entrado en China ilegalmente para predicar el cristianismo “y a engañar y seducir a la gente”. Por supuesto, según los chinos él era culpable de esta acusación y fue sentenciado a morir estrangulado en un patíbulo en forma de cruz. La sentencia fue llevada a cabo el 11 de Septiembre de 1840. Rameaux escribe:

… fue estrangulado de acuerdo con todas las reglas chinas, es decir en tres etapas, y una patada en la parte baja del abdomen puso fin a sus sufrimientos.

Dos semanas después de su ejecución Baldus escribió a Juan Bautista Torrette, C.M. que fue ordenado con Juan Gabriel; solo se conserva esta parte de la carta:

Si me preguntas qué se dice de los Padres Rameaux y Perboyre ¿crees que no tendría que escribir nada más que elogios por parte de los cristianos y cohermanos? Por no hablar nada más que del último, en quien en Macao tú tanto confiabas y esperabas, yo no sé qué era lo que desagradaba en él a los chinos, pero de todos los europeos que he visto en China, no he conocido uno que fuera menos de su agrado. Sus grandes méritos han sido desconocidos aquí; hubiera acabado no teniendo éxito. Estas son las propias palabras del P. Rameaux, que cuando no se tiene una idea clara de cómo moverse en China, no se debería venir. En muchos lugares los cristianos se mostraban reacios a aceptarlo, hacían grandes esfuerzos y usaban muchas artimañas para tener a otro, algún otro Europeo, pero no a mí. Sé que su apariencia física no tenía nada que ver con ello.

¡Ay! Quizás estoy yendo demasiado lejos, pero me siento en cierto modo obligado a hacértelo saber. En mi opinión, yo que estaba presente, y según todos los otros cohermanos europeos y chinos, si la persecución ha sido tan violenta fue por el arresto del P. Perboyre. Si él fue arrestado, humanamente hablando, fue porque era una gallina mojada y por su propia tontería. Es inútil que entre en todos los detalles. No era simplemente cuestión de tener piernas, sino de estar más espabilado. Todo el mundo está de acuerdo en decirlo; los cristianos lo repiten bien: en una situación similar el P. Rameaux no habría estado en aprietos. Nuestras pertenencias, ornamentos, no hubieran sido destruidos. Los otros cohermanos confiaban en el P. Perboyre, que acababa de ser nombrado asistente del superior. Yo no he salvado nada más que el dinero y mi persona.

En tales acontecimientos, cuando los determina únicamente Providencia, no plantean problemas a los cristianos, pero cuando existe culpa personal hay siempre algo que apena.

De todos modos, conociendo la santidad personal del Padre Perboyre estoy completamente convencido de que él no es culpable a los ojos de Dios y de buena gana me hubiera cambiado por él….