Santuario Nuestra Señora de los Milagros

HOY CELEBRAMOS…

Justino nació en San Fele, cerca de Nápoles, el 9 de octubre de 1800. Fue el séptimo hijo de María Josefa y Juan Bautista de Jacobis, familia de recursos económicos y fe cristiana profunda.

Justino entró en la Congregación de la Misión en 1818 en Nápoles. Su gran humildad le hizo pensar que él no poseía las cualidades necesarias para el sacerdocio, pero sus superiores pensaron que si, y fue ordenado sacerdote el 12 de junio de 1824 en la Catedral de Brindis. Durante sus primeros años de sacerdocio, su misión principal fue predicar retiros a laicos, a otros sacerdotes y a hermanas, así como las misiones parroquiales. También organizaba diversas actividades caritativas para ayudar a los pobres. Cualquier tarea que se le encomendaba la realizaba con humildad y obediencia y aceptaba servir en cualquier oficio o responsabilidad en la Congregación de Misión. Al final de 1836, durante la severa epidemia de cólera que devastó Nápoles, trabajó sin cesar parar asistir a los enfermos, incluso a punto de arriesgar su propia vida.

En 1838 el cardenal Felippe Franzoni, Prefecto de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, visitó la Casa Provincial de los Padres Paúles de Nápoles. Habló con el Superior de Justino de Jacobis sobre las necesidades de Abisinia y el deseo de empezar allí una Misión. Con el acuerdo de sus Superiores Justino de Jacobis aceptó esta llamada para la misión. El mandato para el establecimiento de una misión fue otorgado a la Congregación de Misión el 24 de mayo de 1839 y el P. Justino de Jacobis fue enviado a Abisinia como Prefecto Apostólico para esta región.

Justino de Jacobis se dejó  guiar siempre por la Providencia en la evangelización a los demás. Estaba bien enraizado en el espíritu de la Congregación de la Misión. Brilló sobre todo por su gran humildad, amabilidad, celo y paciencia en un tiempo de sufrimientos e incomprensiones.

El Señor le concedió una clara visión sobre la cultura y tradiciones del país. Aprendió el idioma, vivió con las gentes y trabajó para mejorar las buenas relaciones a nivel local.

Justino, en el anuncio del evangelio, fue un hombre adelantado a su tiempo con respecto a la inculturación; siguió las tradiciones y cultura del lugar. Fue también  un gran precursor del diálogo ecuménico entre cristianos Coptos y Católicos.

Durante veinte años el P. Justino se entregó con celo al servicio del Evangelio, fue un gran mentor y excelente formador de sacerdotes. Después de mucho sufrimiento tiene el mérito de haber restaurado nuevamente la Iglesia católica en Abisinia.

Después de muchas persecuciones murió de fiebre tropical el 31 de julio de 1860 en un lado del camino, cerca de Halai, en el valle de Aligade.